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Los que quieren volver tienen un derecho universal y ningún gobierno debería frenar esa posibilidad.

Cierre los ojos. Piense que su hija de 17 años se fue de intercambio 6 meses a algún lugar de Australia para aprender inglés, lejos de todo. Faltando unas pocas semanas para terminar su estadía al otro lado del mundo, le han dado la noticia de que no podrá viajar de vuelta a Colombia. Le cancelaron su vuelo de regreso, y su hija, menor de edad, le dice que se tiene que quedar allá porque el aeropuerto de Bogotá ha sido cerrado, pero que la plata le alcanza solo para una semana, y usted, que hizo de todo para mandarla, tampoco tiene a quién recurrir ni cómo enviarle un giro para que aguante mientras reabren la operación aérea.
Vuelva a cerrar los ojos. Y ahora piense que es usted la mamá o el papá de una niña genio que por falta de plata no pudo matricularse en la Universidad del Atlántico, pero que recibió una beca en un prestigioso centro educativo de Rusia para poder alcanzar sus sueños. En la mitad de la carrera, a su hija le descubren un cáncer, y usted lo único que quiere es tenerla de vuelta para abrazarla y llevarla a un médico en Colombia que pueda pagarse con su EPS, porque en ese país en el que se encuentra, ningún seguro le cubre el tratamiento que necesita, menos en tiempos de coronavirus.
Ahora abra los ojos y sepa que lo que se imaginó es lo que viven miles de familias de colombianos en el exterior que se encuentran atrapados en una realidad que nunca pensaron vivir cuando por voluntad o por fuerza de las circunstancias decidieron emprender sus viajes. Téngalo en cuenta cuando diga con ligereza u oiga decir que sobre su cadáver entrarán más aviones en el aeropuerto El Dorado o cuando haya voces que señalen que todo esto nos está pasando porque a unos riquitos con plata para viajar se les ocurrió hacerlo y volver con coronavirus para infectar a los más pobres.
No. Los que quieren retornar a Colombia, y no solo los que viajaron por turismo o negocios, sino los estudiantes que no pueden comer porque el dólar o el euro se les encareció y quieren volver para pasar estos tiempos tan duros en su país de origen, tienen un derecho universal a hacerlo, y ningún gobierno del mundo, ni distrital ni nacional, debería frenar en seco esa posibilidad o estigmatizar a quienes llegan provenientes de vuelos literalmente humanitarios.
No se trata de decidir si abrir o no los cielos para que los colombianos en el exterior que la están pasando mal regresen, porque la justicia, que está fallando cientos de tutelas semanales sobre el tema, no tiene duda de que estas personas están en todo su derecho de volver. De lo que se trata es de garantizar que lo hagan en condiciones dignas para ellos y de protección para la salud de quienes tenemos la suerte de sobrevivir a la pandemia en nuestras casas, cerca de nuestros seres queridos.
Se trata de que, al llegar a Colombia, en dos o tres vuelos que la Cancillería está organizando semanalmente, todos esos colombianos en el exterior sean recibidos con los brazos abiertos, pero también con unos protocolos estrictos y una vigilancia efectiva que garantice que cumplan su cuarentena obligatoria o que, si tienen coronavirus y no lo sabían antes de abordar su avión, puedan ser atendidos con prontitud, minimizando los riesgos de contagio.
Se trata de que el Ministerio de Hacienda entienda que los 14.000 millones de pesos que solicitó la Cancillería para girarlos a los consulados puedan ser autorizados para darles una mano a quienes de fronteras para afuera están pasando hambre.
Se trata de que sus hijos o hermanos, sus abuelos o sus vecinos puedan estar como usted, que, angustiado y con problemas económicos, en todo caso, agradece estar en su país viviendo esto. Se trata de que, con un inmenso sentido humanitario, les permitamos a esos compatriotas volver.
José Manuel Acevedo M.
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