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Hablando nos va mejor

No es que Uribe y Petro se hayan tratado siempre bien. Ahora decidieron elevar el nivel del debate.

A muchos sorprendió que el pasado fin de semana, el expresidente Álvaro Uribe interrumpiera la intervención de uno de los militantes del Centro Democrático cuando este se refirió al presidente Gustavo Petro como un guerrillero en el poder. Uribe dijo: “En mi presencia, ningún insulto al Presidente de la República. Todo lo que se quiera decir de la oposición con argumentos está bien, pero ningún insulto. Nosotros tenemos un deber con este país y yo a los 70 años lo quiero cumplir”.
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De inmediato el presidente Petro retuiteó las palabras de Uribe y la actual jefa de gabinete, Laura Sarabia, escribió en la misma red social: “El primer acuerdo como sociedad es abolir todo tipo de violencias, y eso incluye los insultos entre la clase política”.
No faltaron quienes le recordaron al exmandatario aquella sesión en el Congreso en la que llamó tres veces “sicario” a Petro y, del otro lado, también hicieron memoria de todas las oportunidades en que el hoy Presidente insultó a Uribe y se preguntaron si Petro tendría la misma grandeza cuando, en su presencia, agraviaran al exmandatario.
De un bando y del otro, algunas voces extremistas intentaron sacarles los trapitos al sol a los dos líderes políticos, haciéndolos ver como inconsecuentes, incoherentes y cínicos cuando, en realidad, este país debería estar celebrando que los dos hombres más significativos e influyentes de la política contemporánea estén honrando a cabalidad su compromiso de despolarizar a esta dividida Colombia.

Este país debería estar celebrando que los dos hombres más significativos e influyentes de la política contemporánea estén honrando a cabalidad su compromiso de despolarizar a esta dividida Colombia.

No es que Uribe y Petro se hayan tratado siempre bien, o que sean unas mansas palomas, o que nunca hayan recurrido al insulto en sus extensas carreras políticas; es que ahora decidieron elevar el nivel del debate, y eso es muy positivo. Como hemos dicho, otras tantas veces en este mismo espacio, no es que los dos líderes se hayan vuelto amigos o que alguno haya cedido en sus argumentos y convicciones frente al otro, sino que, en un hecho tan inédito como necesario, ambos decidieron demostrarle a este país que en medio de las más profundas diferencias se vale hablar con el contrario y se puede tratar de llegar a puntos en común para pasar páginas y mirar colectivamente hacia adelante. Ambos están intentando que el país mantenga sus formas institucionales y que las fricciones no lleguen al nivel de la autodestrucción, escenario en el que nadie ganaría. Y eso, justamente eso, es lo que han hecho Petro y Uribe desde junio del año pasado, cuando se encontraron por primera vez después de mucho tiempo, y de ahí en adelante han actuado en consecuencia.
Cuando, en diciembre del año pasado, le pregunté al presidente Petro sobre este tema, en una amplia entrevista que hicimos para Noticias RCN, el mandatario contestó: “Con Uribe hemos logrado algo y es bajar la polarización que teníamos en las calles. Una cosa es la relación personal, y otra es cómo se lleva esto al barrio, a la plaza pública. Hoy por hoy siento que eso ha bajado”.
Los disensos construyen, la pluralidad de visiones fortalece y las diferencias son inevitables en sociedades deliberantes, rebeldes, contestatarias e inconformes, como las que hay en la mayoría de países del mundo en estos tiempos de democracia activa. No ahogar esa variedad de expresiones y saber tramitar esas diferencias es parte del desafío que nos está tocando enfrentar y del que se puede salir bien si un buen día la gente decide hacer lo mismo que estos dos referentes: actuar desde el diálogo y construir actitudes tolerantes desde el ejemplo. Eso hay que aplaudirlo, reconocerlo y estimularlo porque la otra opción, la de la venganza y la agitación, la de la ruptura absoluta y la guerra en las redes y en las calles, solo conduce al desastre. Sin insultos, seguro, nos va mejor.
JOSÉ MANUEL ACEVEDO
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