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Confianza

No es la rapidez con que se tramiten las reformas, ¡es la capacidad de construir confianza!

Hace relativamente poco se publicaron los resultados del último barómetro de la firma Edelman, que mide desde hace 22 años los índices de confianza en las instituciones en 28 países del mundo. En su última edición, el barómetro indica que en naciones como Colombia, solo el 32 por ciento de los consultados confían en el Gobierno y señala que en América Latina únicamente un 34 por ciento estima que sus gobiernos son capaces de coordinar los esfuerzos interinstitucionales para resolver los problemas de la sociedad. El 80 por ciento de los latinoamericanos están convencidos de que los líderes gubernamentales de su país les mienten todo el tiempo. Y ojo, porque por “gobierno” los encuestados no solo entienden que se trata del Ejecutivo, sino que meten en el mismo saco al Congreso, a la Rama Judicial y a los organismos de control. Esto claramente quiere decir que la institucionalidad en Latinoamérica está en crisis por sus bajos niveles de credibilidad y que las cosas no han mejorado sino empeorado en las últimas décadas. El estudio de este año se titula ‘El ciclo de la desconfianza’, precisamente para resaltar lo que arrojan las cifras.
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De allí que sea apropiado decir que antes de implementar cualquier reforma o de lanzar políticas públicas o aventurarse a formular los necesarios cambios por los que votaron los colombianos, el presidente electo, Gustavo Petro, tiene un reto mucho más importante por delante, que sintetiza todo y a la vez se convierte en derrotero en su arranque de gobierno: construir confianza, buscarla, respaldarla con hechos y no apenas con declaraciones. No es la gobernabilidad, que ya la tiene, ni la rapidez con que se tramiten las reformas –que gracias a los presidentes de Senado y Cámara la logrará–, sino la manera como se gane la confianza de los ciudadanos la que definirá el éxito de los primeros años de su mandato.
Si los mercados confían, el dólar baja, aunque no dependa únicamente del entorno nacional sino de factores globales, como ya se ha explicado ampliamente. Si las regiones confían, las dinámicas en cada municipio fluirán y contribuirán a que en el agregado nacional las cosas funcionen. Si los colombianos creen y confían, las reformas tendrán legitimidad, que es más importante que cualquier aplanadora que se tenga en el Congreso. Si los empresarios tienen confianza en el Estado, invierten, generan empleo, tributan con gusto y hacen crecer la economía para que a su vez haya más plata para el ambicioso gasto social que planea Petro. Por eso, todo comienza y termina en la confianza, señor presidente.

El presidente electo, Gustavo Petro, tiene un reto mucho más importante por delante, que sintetiza todo y a la vez se convierte en derrotero en su arranque de gobierno: construir confianza

Y a propósito del sector productivo, miren estas cifras que también incluye el barómetro en cuestión: en Colombia, según esta medición, el 63 por ciento de las personas dice confiar en los empresarios y en las empresas, un punto por arriba del promedio de América Latina, que, en términos generales, manifiesta simpatía y credibilidad por el trabajo del sector privado. Sin duda, cualquier proyecto que pretenda ser exitoso debe contar con la participación de empresarios y emprendedores, grandes y pequeños, que tienen una valoración muy positiva en nuestro país. El nuevo Gobierno tiene que contar con ellos y no puede estigmatizarlos, ni agredirlos, ni darles duro a la hora de diseñar el nuevo esquema tributario, ni hacerlos a un lado en la planeación de las políticas de Estado. Por el contrario, debe apalancar su construcción de confianza en la buena reputación de la que goza hoy el empresariado nacional, con sobradas razones.
Alguien decía que es la confianza mutua, más que el interés mutuo, la que mantiene unidos los grupos humanos. Seguramente el presidente Petro, entenderá que, al final, de eso se trata todo.
JOSÉ MANUEL ACEVEDO
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