A lo largo y ancho de América Latina hay una creciente ansiedad. La presidencia de Trump ha traído nuevas angustias a la región en materia comercial y financiera, las cuales se suman a aquellas asociadas a una recuperación económica que es todavía frágil.
La noticia positiva es la expectativa de un aumento en la demanda de exportaciones latinoamericanas. La economía de los Estados Unidos se está acelerando, la Unión Europea muestra por fin una recuperación firme y hay menos incertidumbres que hace un año en relación con la economía china. Los precios de productos básicos parece que alcanzaron un piso en el 2016 y las remesas de los migrantes se han recuperado y superan ya los niveles del 2007-2008.
En todo caso, los beneficios de estas dos últimas tendencias son limitados. Si se juzga por su dinámica histórica, los precios de productos básicos están apenas en el inicio de un período prolongado de debilidad, y las oportunidades migratorias a Estados Unidos y España se interrumpieron desde la crisis del 2008 y serán aún más escasas bajo Trump.
América Latina enfrenta, además, tendencias adversas en materia de comercio y financiamiento internacionales. El volumen del comercio internacional ha crecido a un ritmo inferior al 2 por ciento por año desde el 2007. Este es el ritmo de crecimiento más bajo desde la Segunda Guerra Mundial y la primera vez, desde entonces, en que es inferior al de la producción mundial.
El lento crecimiento del comercio representa un riesgo significativo para los países latinoamericanos, que deben aumentar y diversificar significativamente sus exportaciones como parte de su estrategia de recuperación. Además, el proteccionismo de los Estados Unidos e incluso una guerra comercial son ahora posibilidades reales.
Esta amenaza afecta no solamente a China, sino también a México, donde algunas empresas norteamericanas ya han reducido o cancelado inversiones. Y si Trump cumple su promesa de renegociar el tratado de libre comercio de América del Norte (Nafta), debe afectar los otros tratados de Estados Unidos con países latinoamericanos, que son en cierto sentido hijos del Nafta.
Mantener el acceso al mercado financiero internacional a costos razonables es otro desafío. En años recientes, la región se ha beneficiado de un financiamiento abundante y ha logrado superar las sucesivas dificultades, incluyendo recientemente el comienzo de la normalización de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal.
Pero ahora puede haber nuevos choques adversos. Una vez superada el alza en los márgenes de riesgo que tuvo lugar después de las elecciones de los Estados Unidos, el financiamiento externo se ha tornado más costoso. La tasa de interés de referencia para América Latina, el bono a diez años del Tesoro de los Estados Unidos, se ha incrementado un punto porcentual desde las elecciones y la Reserva Federal puede ahora acentuar esta tendencia.
Peor aún, se pueden generar grandes perturbaciones financieras de alcance mundial si se combina un aumento en el déficit fiscal de los Estados Unidos (algo que dependerá en gran medida del Congreso) con una política monetaria restrictiva y un dólar fuerte. Esta fue la mezcla que precipitó una crisis financiera mundial a mediados de los años 80. Se puede ver agravada si Trump responde al aumento en el déficit comercial con medidas proteccionistas, como lo hizo Estados Unidos entonces en relación con Japón.
Las decisiones de política económica de Trump durante los primeros días de su mandato serán críticas para América Latina. Esperemos que no empujen nuevamente a la región a una recesión, justo cuando pensábamos que habíamos salido finalmente de ella.
* Versión editada de un texto preparado para Project Syndicate
JOSÉ ANTONIO OCAMPO
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