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Sí podemos exportar

Una política que promueva y diversifique las exportaciones debe atacar el proteccionismo.

Jorge García-García
Colombia abandonó la meta de diversificar las exportaciones cuando gobiernos sucesivos restringieron las importaciones y acabaron con la liberalización del comercio de finales de los 80 y comienzos de los 90 que redujo la protección al nivel más bajo de los últimos 40 años. Al expandir las regulaciones para importar (i. e., medidas no arancelarias –MNA–) se aumentó la protección al sector manufacturero, la cual alcanzó un 80 por ciento en los últimos 20 años. La protección gravó las exportaciones en forma velada y contundente.
No es evidente que la protección grave las exportaciones. Ello porque tendemos a desligar la producción protegida de la exportada, lo que nos lleva a creer, sin razón, que se puede exportar y proteger la producción nacional al mismo tiempo. Las acciones que afectan a una afectan a la otra. La protección afecta la producción en ambos sectores porque cambia la rentabilidad de producir bienes para el mercado interno y el de exportación. Hacer más rentable el producir para el mercado interno hace relativamente menos rentable producir para el mercado de exportación. Igual pasa si no hay protección y se gravan las exportaciones: se hace relativamente menos rentable producir para exportar. En ambos casos se produce más para el mercado interno, menos para el de exportación, y se exporta e importa menos; por eso se dice que la protección grava las exportaciones.
Cuando la protección permanece alta por largo tiempo, solo sobreviven actividades con gran ventaja comparativa como el café y los productos minero-energéticos, pero prosperan poco. Los cambios en la producción regional de café del viejo Caldas hacia Huila, Cauca y Nariño ilustran el impacto del proteccionismo. Al hacerse menos rentable exportar, los cafeteros del viejo Caldas erradicaron sus plantaciones y las dedicaron a producir servicios y otros productos (e. g., turismo), y las regiones menos caras expandieron su producción.
Los beneficios que reciben los sectores protegidos tienen una contraprestación alta de los colombianos: menos crecimiento y eficiencia, dependencia de productos básicos para generar divisas, y menor desarrollo de las costas Carie y Pacífica, la Amazonía y la Orinoquía.

Una política que busque promover y diversificar las exportaciones debe atacar el proteccionismo primordialmente. Eso no será fácil

El proteccionismo es un contraceptivo eficaz para evitar que se gesten, nazcan y desarrollen nuevos productos de exportación. No hay recursos suficientes para compensar su efecto nocivo en las exportaciones. Los subsidios directos tipo CAT quebrarían al fisco, porque el estado no tiene fondos para anular el desincentivo del 80 por ciento de protección. Tampoco pueden ser el crédito subsidiado de Bancóldex por su inviabilidad fiscal y financiera, ni más zonas francas porque las muchas que hay poco han afectado las exportaciones. Tampoco sirven las políticas de desarrollo productivo más activas y de largo plazo; son una quimera que desvía la atención del meollo del problema: el proteccionismo.
Una política que busque promover y diversificar las exportaciones debe atacar el proteccionismo primordialmente. Eso no será fácil, pues los intereses políticos, empresariales y de la burocracia estatal se opondrán, argumentando –como algunos y contra toda evidencia– que Colombia liberalizó su comercio y fracasó en una política de diversificar exportaciones que no hubo. Si esos grupos evitan que las importaciones compitan con la producción nacional, el país no exportará más ni diversificará las exportaciones.
No hay políticas alternativas viables que compensen el impacto del proteccionismo. Ejecutarlas solo traerá frustraciones, pero no más exportaciones ni nuevos productos.
Sí podemos exportar. Si lo queremos, tenemos que abandonar el proteccionismo.
JORGE GARCÍA-GARCÍA
Jorge García-García
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