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¡Ochenta mil partidos cada fin de semana…!

El fútbol moviliza cada semana a cientos de millones de personas en todo el mundo.

La familia Fritzler, de Wiesbaden, se levantó temprano el sábado; desandará los 90 kilómetros hasta Giessen, donde el pequeño Klaus, de 13 años, jugará un partido de su equipo juvenil, el SV Wehen. No tienen demasiado tiempo, se detendrán en la autopista, papá Günther cargará gasolina y desayunarán en el servicentro. Klaus va aparte, en el bus del club. Hoy estrenará botines, los nuevos Puma; está ilusionado, aunque también ensimismado por la importancia del partido, será titular, son visitantes, están cerca de la punta. Los demás ríen, gritan, él casi no habla.
Klaus es uno de los 7’131.936 futbolistas registrados en la Federación Alemana de Fútbol. Y uno de los animadores de los 80.000 partidos oficiales que se disputan cada fin de semana entre todas las categorías, juveniles, infantiles, femeninas, de veteranos, nacionales, regionales, estaduales. El Bayern Munich, el Borussia Dortmund, el Eintracht Frankfurt son apenas la punta del iceberg. Debajo de ellos hay un gigantesco bloque que mueve a decenas de millones de personas entre jugadores, entrenadores, árbitros, auxiliares, oficiales, familiares, aficionados…
Los Fritzler acompañan a Klaus cada sábado o domingo. Cuando pierden le dicen que no pasa nada, no jugó tan mal; cuando ganan, se enorgullecen. El fútbol es parte de sus ritos familiares. Lo cuidan y lo alimentan para que llegue bien al partido. Sufren y se alegran con él. Ahora, algo les falta: no hay fútbol desde hace dos meses por el coronavirus.
Si sumamos 18 jugadores por bando, tres árbitros, dos técnicos, dos preparadores físicos, dos médicos, un canchero, un chofer de bus y un guardia de seguridad por cada partido tendremos casi 4 millones de personas involucradas exclusivamente en el juego. ¡Solo en Alemania…! Amén de familiares, hinchas, personas que atienden la cantina del club, vendedores de distinto tipo. Cuatro millones que se desplazan de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, en auto, en tren, en bus, que están cuatro, cinco o seis horas fuera de sus casas, consumen alimentos, beben un mínimo de diez millones de botellas de agua entre sábado y domingo, y con frecuencia estrenan botines, balones, camisetas.
Eso, a nivel amateur, sin contar los miles de partidos informales que juegan amigos en su barrio, empleados de una fábrica o en torneos interempresarios. Sin contar tampoco las tres divisiones profesionales de Alemania, pertenecientes a otra esfera: la Bundesliga. La Primera División tiene un promedio de asistencia de 43.300 aficionados por juego, o sea 13’249.800 en el año, que dejan miles de millones de euros anuales en boletería y consumos. Es hábito que el público vaya en familia al estadio, beba y coma. Todo está organizado rematadamente bien. Puede que se vendan más de 200 millones de vasos de cerveza al año, de esos de gran tamaño, entre las tres categorías. Solo de la rubia bebida.
La empresa cervecera Veltins, fundada en 1824, construyó en el estadio del Schalke 04 un enorme recinto, extraordinariamente acondicionado, con cantidades de tanques de cerveza refrigerados, y conectados por conductos a todos los sectores del coliseo, para abastecer el consumo de los distintos puntos de venta. La cerveza llega en la semana previa a cada juego por tuberías desde la misma empresa, no en camiones. Veltins informó que, a causa del parate por el coronavirus, ha debido retirar esta semana 8.000 litros de cerveza que estaban en las cubas del Veltins Arena, pero avisó: “Los simpatizantes pueden estar tranquilos, cuando los partidos estén autorizados a recibir público, los depósitos del estadio se llenarán de cerveza fría”. El Veltins Arenas, para 61.673 espectadores, tiene barriles para 52.000 litros de cerveza. En Alemania se puede tomar libremente durante los encuentros, pero en vaso de plástico, que, si uno los devuelve, le reportan un euro por envase.
Eso es apenas un mínimo detalle del fabuloso efecto multiplicador del fútbol, que cada semana moviliza a cientos de millones de personas en todo el mundo. En Giessen, pequeña ciudad del estado federal de Hessen, está el FC Giessen, que milita en la cuarta categoría, un club regional que sueña con subir a la Bundesliga. “Nuestro FC Giessen es pequeño, pero muy organizado”, dice Abel Völkner, periodista peruano-alemán. “Aquí los jugadores son semiprofesionales, cobran entre 3.000 y 4.000 euros al mes, deben entrenar igual que los de Primera y tiene cuerpo médico, hace conferencias de prensa, el campo de juego está en perfectas condiciones, todo igual que los grandes. Y lleva cuatro mil o cinco mil personas de local. También se toma mucha cerveza durante los juegos”, dice Abel, quien sigue añorando los tiempos de César Cueto, su ídolo.
La Bundesliga emplea a 60.000 trabajadores directos y otras 250.000 personas de seguridad, limpieza, sanidad, transporte, que preparan el partido arman y desarman cables y montan el espectáculo durante la semana preparando el partido. Alemania tiene 24.544 clubes de fútbol federados y es obligatorio que todos los futbolistas registrados sean socios de sus instituciones. Bayern Munich es el club con más socios del mundo: 290.000. Pero solo 75.024 caben en su estadio Allianz Arena, siempre a tope. La patria de Beckenbauer es uno de los estandartes de este deporte, aunque no está sola: hay otros 210 países, enclaves o unidades políticas afiliados a la Fifa, casi veinte más que las Naciones Unidas.
El contagiante fútbol convoca a miles de millones de espectadores semanalmente, en persona o por TV. En apenas un solo gran partido se pueden vender veinte mil vasos de cerveza y otros tantos de agua y de gaseosa. Y acaso veinte mil hamburguesas y salchichas (los alemanes no soportan las 'burgers' en los estadios). Y camisetas, gorros, banderas, bufandas, posters, revistas. El fútbol obliga el desplazamiento de miles de cronistas deportivos, camarógrafos, policías, paramédicos, choferes, cocineros. Cuando el Bayern visita al Dortmund o al Hamburgo los trenes rebalsan.
En España, el 1,37 % del producto interno bruto corresponde al fútbol. Y no cuenta el movimiento económico colateral que genera en la industria de la alimentación, de la indumentaria, de la aviación, de los medios. Es una de las actividades que más trabajo y mayor volumen de dinero genera. Naturalmente, hay otras poderosísimas como el petróleo, la banca, la construcción, el turismo, los bienes raíces, los automóviles. Pero el petróleo no tiene emoción ni hay goles en los bancos, nadie grita ni se abraza frenéticamente en los negocios inmobiliarios.
Cuarenta mil hinchas de Corinthians viajaron a Japón para acompañar al Timão en la final ante el Chelsea en 2012, también cuarenta mil llevó la Selección Peruana a Rusia 2018. Y un gol en su categoría a Klaus le dura una semana. Tal vez siete días sin dormir por la excitación y el orgullo.
Esto es el fútbol.
JORGE BARRAZA
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