En otros tiempos hubiese sido tomado como un suceso paranormal, inaudito, digno de Ripley: Islandia 2 - Inglaterra 1. Fue durante la Eurocopa de Francia, en junio. Con esa victoria, el país de los géiseres eliminó a los pioneros de la pelota. Desde luego, causó sorpresa, aunque moderada. En Islandia también hay televisión y saben cómo se juega al fútbol.
Miramos el ‘ranking’ mundial de la Fifa, del que algunos se mofan pero que es elaborado por una computadora exclusivamente con base en resultados obtenidos: Gales –3 millones de habitantes– figura 12.º; Inglaterra, 13.º; e Italia, tetracampeón del mundo, se ubica 16.º.
Independiente del Valle, diminuto equipo de Ecuador, llegó a la final de la Copa Libertadores eliminando nada menos que a River y a Boca. Y a este ganándole de local y visitante. En su largo camino a la final, el club de los suburbios de Quito enfrentó a cinco campeones de América. Logró vencer a tres, con los otros obtuvo al menos un empate.
Hay decenas de ejemplos más. Kashima Antlers, de Japón, ni siquiera campeón asiático, solo de su país, venció a Atlético Nacional 3 a 0. En Colombia muchos calificaron el resultado de inaceptable o vergonzoso. No es así, Japón viene creciendo futbolísticamente desde hace veinte años y clasificó a los últimos cinco mundiales consecutivos. Pero la constatación de que esa victoria no era insólita vino ayer por la mañana, cuando Kashima hizo un magnífico partido frente al Real Madrid, en la final del Mundial de Clubes. Igualó 2-2 con el campeón europeo en el tiempo regular y casi lo gana en el minuto 93, cuando el zurdo Endo malogró una ocasión muy propicia frente al arco de Keylor Navas. Luego cayó 4-2 en el alargue, pero quedará siempre la duda de qué hubiera sucedido si el juez de Zambia hubiese expulsado a Sergio Ramos en el minuto 89, con lo cual el Madrid hubiese jugado todo el suplementario con 10 hombres. Ramos estaba amonestado, dio una patada para parar un rival que se le iba, el árbitro Janny Sikazwe hizo el ademán de sacar su tarjeta y “algo” lo freno. Pero, más allá del 2-2 al cabo de los 90, lo sorprendente fue la capacidad futbolística del equipo nipón, su llamativo trato de balón, lo bien plantado que lució, y cómo le hizo frente al club más poderoso económicamente del planeta. ‘El Kashima le saca los colores al Madrid en la final’, tituló el diario 'Sport'.
Echémosle una mirada al contexto global del fútbol. Para el Mundial 66 el panorama era completamente distinto al actual: había 6 o 7 selecciones poderosas: Brasil, Argentina y Uruguay en América; Alemania, Italia e Inglaterra en Europa. Esa era la élite. Luego estaban las más o menos fuertes o considerables como Portugal (por Eusebio); Hungría (respetada por su pasado), Suecia (por una generación dorada de los 50, la de Nordhal, Gren y Liedholm), Unión Soviética por su infinita vastedad territorial y sus cientos de millones de habitantes; Yugoslavia, dada su tradición futbolera y que eran 6 repúblicas juntas.
Holanda aún no despertaba; España era apenas una buena liga para ir a hacer dinero y un fútbol secundario a nivel de selección, aunque mostraba como una golondrina veraniega la Eurocopa de 1964; y Francia todavía jugaba con franceses nativos (pese a que en la Eliminatoria para el 66 clasificó utilizando ya a tres delanteros argentinos: Héctor de Bourgoing, Néstor Combin y Ángel Rambert). El resto recién abría los ojos al fútbol.
La Fifa tenía, antes de asumir João Havelange en 1974, 144 asociaciones. Y de ellas, unas 100 no sabían patear una pelota. “Se ponían primero los zapatos y después las medias”, como definía con gracia Chiqui Úbeda, un exfutbolista argentino. Eran asociaciones formalmente inscriptas, apenas eso. Hoy, 40 o 50 son muy competitivas y 100 más saben pararse y jugar, pueden confrontar seriamente, aunque pierdan. Pero avanzan.
En España 82 se registró otra goleada dolorosa: El Salvador perdió 10 a 1 con Hungría; en este momento posiblemente empatarían o acaso ganarían los salvadoreños.
Un excelente ejemplo de la evolución universal del fútbol es el Mundial 2014. Miremos la grilla de competidores: por primera vez participaron los 8 campeones del mundo (Brasil, Italia, Alemania, Argentina, Uruguay, Inglaterra, España y Francia)... Y otras 10 o 12 selecciones de primer nivel (o difíciles) como Holanda, Colombia, Chile, Portugal, Bélgica, Suiza, Croacia, México, Estados Unidos, Costa de Marfil, Rusia, Nigeria, Camerún... Y algunas más que han evolucionado tanto como Japón, Ecuador, Corea del Sur, Ghana, Argelia, Costa Rica, Grecia, que fue campeón europeo en el 2004... Contamos 28 animadores calificados. Antiguamente, si había 7 era mucho.
En ese Mundial, la revelación fue Costa Rica. Le tocó “el grupo de la muerte”, junto a tres campeones del mundo: Uruguay, Italia e Inglaterra. La selección tica derrotó a los dos primeros, igualó con el tercero y ganó el grupo. Recién fue eliminada por Holanda en cuartos de final y por penales, tras igualar 0 a 0. Se retiró invicta. Una actuación sensacional sustentada en un fútbol vistoso, ordenado, con gran toque de pelota y sin complejos. Una obra consagratoria de Jorge Luis Pinto.
Decir que el fútbol se igualó para abajo es erróneo y al mismo tiempo afrentoso para quienes se vienen esforzando y superando desde hace décadas, intentando progresar. Demasiado arrogante de parte de quienes están o estuvieron arriba. E Irreal: ¿España ascendió a la élite porque la élite declinó o porque mejoró su propio fútbol...?
Hasta 1974, decíamos, la Fifa tenía 144 asociaciones miembro, hoy son 211, o sea un 47 % más de competidores. Y de estas 211, al menos 150 saben de qué se trata. Es otro contexto, completamente diferente. La base de calidad, de organización, seriedad y equivalencia competitiva, se ha ensanchado, sin duda. El marco de competencia es más duro, pero sobre todo es más parejo. Y si es más parejo, es mejor.
El primer mundial fue por invitación. Se “juntaron” 13 selecciones. Los europeos fueron remisos a cruzar el Atlántico. Para el segundo ya hubo Eliminatoria. Nótese que en lo que se considera la era dorada del fútbol (aproximadamente de 1938 a 1950) se anotaban en la Eliminatoria poco más de 30 equipos. Y no llegaban a 16 los que lo jugaban. En México 70 se inscribieron 75, en tanto en los últimos torneos hubo más de 200 concursantes. A mayor cantidad, indiscutiblemente mayor calidad. Y más competencia. El filtro de las Eliminatorias es tan grande que llega lo mejor de lo mejor de cada continente, lo cual quedó reflejado en el excelente nivel de juego visto en Brasil 2014. Y para Rusia 2018 se inscribieron las 211 asociaciones nacionales de la Fifa.
Hablamos no ya de la universalización de la pasión del fútbol, ese fenómeno está extendido hace años, sino de la universalización del conocimiento del juego. Aumentó el grado de excelencia. Y esto lo torna todavía más apasionante.
JORGE BARRAZA
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