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Colombia con Rueda: siete puntos en once días

Siete palabras definen el partido: Ecuador hizo el gasto; Colombia, el gol.

Jorge Barraza
Cuando el centrodelantero vinotinto Fernando Aristeguieta tocó el balón y arrancó el Brasil 3-Venezuela 0, sentimos una emoción especial. Con todas sus mudanzas y críticas, renuncias y brotes de covid, incluso con estadios vacíos, se ponía en marcha una nueva Copa América, la número 47. Que siempre será un orgullo nuestro por su rótulo de primer certamen continental de fútbol del mundo. Es nuestra joya de tradición. 
Hubo dos torneos de selecciones anteriores: el British Home Championship, disputado por los cuatro países de las Islas británicas –Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda– entre 1883 y 1984 (ya no se realiza más), y los Juegos Olímpicos, cuya primera edición en fútbol tuvo lugar en 1908, pero no eran de un continente. Y ningún torneo de naciones tiene 47 ediciones. La Copa América nació –y nació grande y popular– en 1916; el Mundial de la Fifa, en 1930; la Eurocopa, en 1960. Fuimos pioneros. Hubo un tiempo en que nuestros dirigentes futboleros nos honraban.
Brasil es un país muy especial frente a este juego. Sin discusión posible, la máxima potencia mundial que este deporte registre, pero lo de su pasión es conversable. En 2019 hospedó la Copa y le dio la espalda, tuvo poco público y escasísima repercusión interna. El domingo se inauguraba de nuevo el certamen y ni siquiera paró el campeonato local. Hubo nueve partidos del Brasileirão; hasta un clásico, Atlético Mineiro-São Paulo. La única concesión que hizo la CBF fue no programar encuentros a la misma hora en que jugaba el equipo de Tite.
Venezuela, por irresponsabilidad de sus autoridades futbolísticas, rompió la burbuja sanitaria que protegía al plantel para que familiares, amigos, allegados y políticos se tomaran una foto con los jugadores y se quedó sin catorce de sus mejores valores. Nueve fueron contagiados, otros cinco ya estaban lesionados (Rondón, Soteldo, Machís, Osorio y Yangel Herrera). Tenía una posibilidad en cien millones de obtener un punto ante la 'Canarinha'. Reclutó de urgencia una partida del fútbol casero, muchachos debutantes, y se presentó. Todos temíamos una goleada de dos cifras, afortunadamente no pasó. Hubo una ponderable actitud brasileña: no salió desesperado a meterle doce goles, jugó tranquilo, hizo su partido, fue superior y se quedó con los tres puntos. Bien. Neymar adornó la tarde con algunas de sus deliciosas fantasías. Lo que siempre sostenemos: tiene actitudes censurables como exagerar las faltas recibidas o hacer exhibicionismo de más en ciertas jugadas, pero es un crack de todos los tiempos.
Y luego, lo más sustancioso: ¿volvería Ecuador a vencer a Colombia…? ¿Volvería a golearlo…? Huuummm, mucho viento sopló desde aquel 17 de noviembre, el del 6 a 1. Ni Ecuador parece la máquina de entonces ni Colombia el coladero de aquella tarde. El arribo de Reinaldo Rueda al campamento colombiano, como era de suponer, confirió competitividad a la selección que dirigió sin suerte el portugués Carlos Queiroz. De tres partidos, ganó dos y empató uno, recibiendo apenas dos goles. Y llevó la paz a los hogares colombianos. No se darán festivales de fútbol, pero alcanza para vivir.
Siete palabras definen el partido: Ecuador hizo el gasto; Colombia, el gol. Un compromiso que conforme conforme no deja a nadie. A Ecuador porque perdió; a Colombia pues a lo mucho puede presumir del gol, muy bonito, por cierto, de Cardona. Y Edwin merece párrafo aparte, por su excelso gol, doble pared cortita con Cuadrado (el alma de esta selección), ingreso al área y definición al segundo palo tras una ponderable bajada de cabeza de Borja. Gol de los que se recuerdan, como se evoca su sensacional golazo a Paraguay en Asunción, en la Eliminatoria para Rusia: magistral toque de primera a Carlos Bacca, exquisita doble pared con el 9 y definición brutal a un ángulo alto. Como en esta ocasión en Cuiabá, Colombia no estaba gustando, pero semejante gol deleitó a todos. Y con él se ganó. Cardona está jugando por descarte. Es el creativo 3 después de James y Juan Fernando Quintero, pero debería seguir en el plantel cuando aquellos vuelvan. Posee una chispa creativa natural de la que los otros carecen. En este momento, pareciera, puede aportar soluciones en la gestación. A veces, una sola acción brillante alcanza para alumbrar un triunfo. Edwin aún cuenta 28 años, una edad espléndida para el fútbol en la que llegó la madurez y el físico aún da. Tiene una técnica y un talento inmensos. Nos da la impresión, dicho con máximo respeto, que le sobran cinco kilos en el abdomen. Ya su constitución física es así, rellenita, pero tal vez afinarse un poco le proporcionaría mayor agilidad y posibilidades atléticas. Acertó Rueda llamándolo de auxilio.
Muchas voces en Ecuador, en especial Gustavo Alfaro, se quedaron en la anécdota de un posible penal. Que no hubiese cambiado el concepto del juego desarrollado por ambos. Y que, además, no fue. Wílmar Barrios y Gonzalo Plata entraron al área agarrándose mutuamente, cayeron por el forcejeo del uno contra el otro y, al caer, Barrios golpeó-tocó el balón en el piso, pero como consecuencia de la caída. No nos pareció sancionable. Cuando uno cae, instintivamente apoya los brazos para evitar dar con el rostro, y en la rodada no mide los movimientos. El árbitro no advirtió falta y el VAR lo revisó internamente, pero coincidió con él.
Rueda está buscando el equipo. Se estrenó hace doce días al frente de Colombia, ya consiguió mucho, sobre todo serenar las aguas. Mención de honor para David Ospina. Seguramente el arquero más importante en la historia de la Selección Colombia por rendimiento y extensión en el tiempo. No fue, ni de cerca, su actuación cumbre, pero volvió a ofrecer su habitual confiabilidad. Un fenómeno descolgando centros (déficit de tantos arqueros) y un auténtico salvador de goles, como ese tiro libre de Estupiñán que se metía en el ángulo. Se adueñó del arco hace doce años, no lo largó más. Y le queda mucha cuerda todavía.
Comentario adicional: hablamos apenas de los dos partidos iniciales, pero notamos que no tienen la tensión de la Eliminatoria, que siempre es altísima. Estos parecen amistosos fuertes. Podría ser una derivación de sistema de disputa; dos grupos de cinco, de los que clasifican los primeros cuatro. Se juega distendido. Al menos hasta la segunda fase.
JORGE BARRAZA
Jorge Barraza
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