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El pulso de la gobernabilidad

Los desaciertos internos serán más visibles si Maduro se mantiene en el poder.

Si Nicolás Maduro cae en los próximos días o semanas, el presidente Duque se habrá catapultado como un líder regional, y su favorabilidad interna aumentará sin lugar a dudas. De ese tamaño es la apuesta frente a Venezuela. Un país con el que puede recuperarse progresivamente un mercado para nuestras exportaciones, que debiera estar alrededor de los 12.000 millones de dólares, y que con un gobierno amigo facilitaría la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo del Eln.
Sin embargo, en el Ejecutivo parece existir cierta proclividad a defender líneas de acción erróneas, o al menos de corto plazo, que ayudan en nada o muy poco a la gobernabilidad. Es como si se hubiera instalado cierto lysenkoísmo, aquella corriente científica soviética que fracasó por querer agradar a la galería y contrariar las leyes de la genética.
Es lo que se puede inferir del esfuerzo por hacer lecturas parciales o acomodar extractos de sentencias constitucionales para desconocer los protocolos firmados con el Eln, o para decir que nunca se sentaron a negociar, aunque tampoco nunca se pararon, y haya que negar a los emisarios.
Por supuesto que sobran razones para acabar cualquier diálogo con el Eln. Pero desconocer los protocolos crea una innecesaria discusión con países amigos, debilita la credibilidad del Gobierno y mengua el consenso político interno. La preocupación y el mensaje debieran centrarse en la derrota del Eln, donde en realidad será medida la gestión del Presidente, dentro de pocos meses.
Pero la insistencia en posiciones equivocadas, en la lógica política, abarca temas tan vitales como la relación con el Congreso, que ya ha tenido serias consecuencias prácticas como el aplazamiento de la reforma pensional.
Se ha reiterado que no habrá reajuste ministerial ni ninguna variación sustancial con el Legislativo, pero ¿en verdad cree el presidente Duque que los congresistas van a votar su agenda a cambio de un café en la cumbre con los partidos esta semana? ¿O que va a lograr atraer a Cambio Radical o el liberalismo sin representación en el gabinete?
El Partido Conservador, que andaba cabizbajo, en espera de que el expresidente Pastrana y la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez sirvieran como intermediarios con el alto Gobierno, acaba de notificar que la relación en adelante será distinta. Ese mismo Partido Conservador, al que Ramírez llama “enmermelado”, al cual renuncia y que, no obstante, invitó a que le votara en la consulta con el Centro Democrático, pero que entiende que las jugosas cuotas políticas, hasta en la Alcaldía de Bogotá, están en manos de la Vicepresidente.
Y aunque es loable el propósito de Duque de propiciar un acuerdo programático, en particular en torno al Plan de Desarrollo, habría que preguntarse si sabrá de las múltiples falencias de este, en el que no se ha definido la mitad de los indicadores de las metas del cuatrienio, incluidos los de homicidios.
¿Sí sabrá del deficiente capítulo agrario o del de la descentralización, en donde se confunde el desarrollo territorial urbano con el ordenamiento territorial entre nación, departamentos y municipios, o sí conocerá de las pusilánimes metas en materia de exportaciones no minero-energéticas?
Una cosa es lanzarse a un pulso con el Congreso con alta favorabilidad presidencial y la ventaja de hechos fortuitos, como una eventual caída del régimen venezolano, donde Duque ha aportado un notable liderazgo, y otra, abordar la misma disputa con diagnósticos errados, prepotencia, baja popularidad y, no hay que descartar, el dolor de cabeza si Maduro logra mantenerse en el poder.
JOHN MARIO GONZÁLEZ
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