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El espejismo del Verde

La imagen del partido no corresponde su oportunismo y su mecánica de funcionamiento.

Si no fuera porque el escándalo de Odebrecht también desfondó la aspiración de Oscar Iván Zuluaga y puso al Centro Democrático en el apremio de buscar un candidato viable a la presidencia, la protesta convocada por el uribismo para el 1 de abril tendría credibilidad y pudiera convertirse en una pesadilla para Santos. Pero es tal el vacío de liderazgo político existente en el país, tanto en el gobierno como en la oposición, que no son pocos los que anticipan que nada sucederá distinto a la resignación frente a la financiación ilegal y la violación de los topes de las campañas del presidente.
En medio de la secuela de pesimismo generalizado, hay partidos que, sin embargo, se benefician. Según la reciente encuesta Ecoanalítica sobre preferencias electorales para el 2018, si las elecciones fueran el próximo fin de semana un 19.51 por ciento votaría por el candidato del partido Verde, lo que casi triplica al Polo Democrático, que obtiene el 7.35 por ciento, y casi quintuplica al partido Liberal que logra el 4.18 por ciento.
Una favorabilidad y una imagen que no se corresponde con el oportunismo, las realizaciones y la mecánica real del partido. En primer lugar, porque lo que han hecho es aprovechar la imagen de personajes como Mockus, Peñalosa y hasta Fajardo para que les sumaran caudal de opinión y votos a su lista parlamentaria en el 2010 y 2014, pero quienes luego son marginados o terminan por convencerse de que no es el espacio para hacer una política distinta. Así, los personajes de buena imagen han funcionado como Decol para un partido ahora decente y presentable que antes era Opción Centro y que se lo arrancaron al exsenador Luis Alberto 'el Tuerto' Gil, condenado por parapolítica, y donde aún están sus amigos.
Segundo, porque hay un divorcio entre la agenda de sus representantes más mediáticos y la de quienes en realidad controlan la colectividad, a través de un comité o dirección ejecutiva que además no se renueva, y en la que están personas como Carlos Ramón González Merchán, el verdadero poder.

Hay un divorcio entre la agenda de sus representantes más mediáticos y la de quienes en realidad controlan la colectividad.

El caso de González Merchán es estelar porque después de encontrar una segunda oportunidad, al desmovilizarse con el M-19 en 1990, ser elegido por ese mismo partido como representante a la Cámara en 1992 y luego como concejal de Bucaramanga, terminó condenado por el delito de falsedad en documento privado.
Un juicio por delitos contra la administración pública en el que además hubo falsa rendición de cuentas de gastos de campaña al Consejo Nacional Electoral en 1997, como consta en el proceso nro. 20741 de la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia, y nro. 21366 de esta misma Sala contra César Augusto Bueno Serrano. El caso del concejal Antonio Sanguino es también singular, pues en varias oportunidades y por distintos implicados ha sido mencionado en el carrusel de la contratación en Bogotá, pero sus procesos no se mueven en la Fiscalía. Contra toda lógica es desde hace mucho tiempo el vocero del partido.
En tercer lugar, el partido Verde que se presenta como el de los ideales ecologistas, el de la lucha contra los vicios de la política tradicional, la verticalidad ética y la coherencia en su discurso y sus métodos, lo que ha hecho muy bien es desdoblarse para ser gobierno y oposición a la vez y cumplir el sueño de Carlos Ramón González de tener ministro, por demás con un desempeño sumamente lánguido.
Pero en el partido Verde no hay problema, aunque hayan desperdiciado la oportunidad de comenzar a cambiar la práctica política en Colombia. Al contrario, están felices porque así como los tres tenores en el 2010 o el estribillo de la tercería y Peñalosa les resolvieron el problema del umbral en el 2014, la candidatura de Claudia López y su consulta popular anticorrupción será lo que de nuevo les solucione el problema en el 2018. Una consulta popular que no tiene pies ni cabeza, como lo expliqué en mi columna ‘Anticorrupción no es populismo’, pero que le sirve a la senadora para andar por el país haciendo campaña presidencial, aunque sea a costa de levantar falsas ilusiones.
Es el mismo expediente al que acudió el actual gobernador de Nariño por la alianza Verde, Camilo Romero, cuando como precandidato presidencial en el 2014 recogía firmas para la revocatoria del Congreso a cinco o seis meses de las elecciones. Eso es proponer una sin salida que termina siendo un fraude a los ciudadanos. En el partido Verde sin duda que hay miles de ciudadanos comprometidos y de líderes muy valiosos e inteligentes, incluida la senadora Claudia López, pero ya es hora que dejen de vender viento y de vivir del espejismo.
JOHN MARIO GONZÁLEZ
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