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Intoxicados de política

No soportamos más las hinchadas políticas con sus deficientes argumentos y constantes agravios.

Las elecciones presidenciales en Colombia han sido extenuantes. Somos muchos los que estamos hastiados de la peleadera y mentiras de sus protagonistas y también, cómo no, de todos esos fanáticos que aman a sus políticos en lugar de cuestionarlos.
Estamos intoxicados de política, ‘infoxicados’ con tanta información que nos llega de todas partes. Aburridos con las actitudes arrogantes de los que fueron candidatos presidenciales, con el desvelo de las infamias que son capaces de cometer con tal llegar al poder. Del irrespeto a la privacidad que se ha hecho pública con tal de menoscabar al contrincante. Escándalo tras escándalo, injuria tras calumnia, así hemos vivido los últimos meses.
Después de votar en la segunda vuelta, al menos debería menguar un poco la gresca digital. Esos enfrentamientos de miles en Twitter han dado pena ajena. Cuesta ver cómo algunos desperdician su tiempo arengando en pocos caracteres durante largas horas, como si acaso no hubiera algo mejor que emprender, un sudoku, aunque sea. Queremos que se calle ya ese amigo o familiar que se la ha pasado enviando videos y memes en WhatsApp hablando de lo bueno o malo de su ídolo político, adoctrinando a su manera.
Esta campaña ha sido una cochinada, la peor después del voto por el proceso de paz, el cual también estuvo empañado por la falacia y la indignidad. Si supuestamente íbamos a salir mejores personas de la pandemia —cosa que yo inocentemente creía—, en estas elecciones 2022 quedó demostrado que no, que éramos malos y podíamos ser peores.

Con un ganador reconocido y proclamado en la Presidencia de Colombia, los ciudadanos deberíamos pensar en que lo que le conviene al país es más unión y menos polarización.

Con un ganador reconocido y proclamado en la Presidencia de Colombia, los ciudadanos deberíamos pensar en que lo que le conviene al país es más unión y menos polarización. Con diferencias, por supuesto; con oposición, ni más faltaba, pero con una idea de construir para progresar.
Lo anterior, sin embargo, parece más una utopía que una posibilidad. Nada hace pensar que los próximos caminos que recorramos estén exentos de desconfianza, agresividad y entendimiento. Es coherente esta conclusión si tenemos en cuenta que son los líderes los que deberían guiar entre la maleza a la sociedad y los que tenemos en Colombia despiertan sospechas más que certezas.
Esta columna es un desahogo, quizás el de miles más que no soportamos a las hinchadas políticas con sus deficientes argumentos y constantes agravios. A los que creen aún hoy que el partido Colombia vs. Colombia se gana con una figura en la Casa de Nariño hay que decirles que solo lo empezaremos a ganar realmente cuando dejemos de creer en mesías y cada uno de nosotros denuncie lo que sepa que está mal y busque su sustento de forma honesta y respetuosa. Ese sería un buen comienzo para refundar este país.
JAVIER BORDA
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