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Mujeres rurales del Caribe: el derecho a vivir dignamente

Hoy cientos de mujeres rurales nos enfrentamos a una vulneración permanente de nuestros derechos.

Es un honor ceder este espacio a Inilida Ballestas Gamarra, una mujer líder que acompaña a las mujeres rurales de Montes de María y el Canal del Dique a exigir sus derechos. Yolanda Reyes
Me llamo Inilida Ballestas Gamarra, tengo 55 años y he dedicado 20 a la lucha por los derechos de las mujeres rurales. Soy de la región del Canal del Dique, tierra campesina y de pescadores y pescadoras. Soy parte del equipo de la Corporación Desarrollo Solidario, que desde hace más de 26 años trabaja en el Canal del Dique y Montes de María, en Bolívar y Sucre, defendiendo los derechos de las comunidades campesinas y étnicas, desde estrategias de desarrollo rural, y a partir de la participación activa de la niñez, la juventud y las mujeres de estos territorios. En zonas donde el conflicto armado hizo un enorme daño, pero donde su población ha resistido, sigue organizándose en proyectos colectivos y manteniendo vivas la esperanza y la lucha social.
Soy campesina y lideresa. Me reconozco como activista social que decidió transformar su vida y apoyar a otras mujeres rurales del Caribe. Acompaño la Red de Mujeres Rurales del Norte de Bolívar, reivindicando el importante rol que cumplimos las mujeres en la vida de los territorios; desde sus hogares, en los cultivos de sus parcelas, en la economía local, en las políticas públicas. Juntas defendemos los derechos de las mujeres, aprendiendo a caminar por nuestra salud sexual y reproductiva, a protegernos, desde la sororidad, de cualquier tipo de violencia y exigir que “ni una más”. Hemos trabajado para que nuestra autonomía económica sea reconocida y garantizada, así como el derecho a ser parte de las decisiones sobre nuestros territorios desde la formulación de agendas políticas.
En regiones como el Canal del Dique y los Montes de María existen cientos de mujeres rurales que nos enfrentamos a una vulneración permanente de nuestros derechos: muchas han sufrido la violencia sexual, y durante el conflicto armado fuimos desplazadas, amenazadas, asesinadas y vimos el horror de la guerra en los asesinatos de nuestros hijos, esposos y vecinos.
En cuanto a nuestros derechos económicos, el panorama no es alentador, pues la mujer rural campesina, afrodescendiente e indígena trabaja más de 8 horas diarias, sin ningún tipo de remuneración económica, y el acceso a créditos es limitado o nulo.
Nuestras comunidades rurales han sido abandonadas por el Estado, según lo expresaron nuestras mujeres durante los conversatorios sobre el derecho a la salud, en los que pudimos identificar la falta de centros de salud de calidad y de profesionales especializados en salud femenina. En estos territorios es común ver a las mujeres embarazadas o enfermas atravesando en moto o 'johnson' trochas y caminos, durante largas horas, para llegar a los cascos urbanos y tener la atención necesaria.
Habitamos una región en donde el patriarcado nos ha hecho mucho daño; cotidianamente lo vemos en los golpes y abusos de nuestros cuerpos y en la invisibilización de nuestras luchas. Por eso también formamos a los hombres de nuestros territorios; con ellos es la lucha, no contra ellos.
Seguimos construyendo proyectos colectivos para que más mujeres reconozcan, defiendan y logren garantías para ejercer sus derechos; seguimos insistiendo en hacer parir alimentos de la tierra, sembrando nuestros patios y parcelas; seguimos gestionando y protegiendo el agua para nuestros hogares y comunidades. Somos apicultoras, piscicultoras, artesanas, vendedoras informales, ‘mercaditeras’, madres, amantes y lideresas sociales. No dudamos un segundo en decir que defendemos nuestro derecho a vivir dignamente en nuestros territorios rurales.
INILIDA BALLESTAS GAMARRA
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