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Coalición

Estoy dispuesto a buscar quién asuma la candidatura. Invito a la Coalición Colombia a reflexionar.

Las elecciones del 2018 marcarán el rumbo del país, al menos en la siguiente década. No será un simple ejercicio de carpintería electoral.
Un primer punto es pasar del posacuerdo al posconflicto. La idea de volver trizas lo acordado es una verdadera locura, aunque se disfrace de simples modificaciones secundarias. Reconozco en Iván Duque moderación en las formas, no en el fondo. Pero no basta con darle firmeza al fin del conflicto militar. El desafío es aprovechar la oportunidad para llevar a cabo una nueva configuración de nuestra sociedad. Para vencer la fragmentación, la indiferencia y el miedo. La paz no es un evento. Es un proceso. No es asunto de Gobierno y Farc. Es tarea de todos. Y el eslabón final es la reconciliación. Un país en el que quepamos todos.
El silencio de los fusiles permite acometer viejas tareas inconclusas, opacadas por el fragor de las batallas. El proyecto de vida de cada niño colombiano no depende solo de su talento o su disciplina. Hay que nivelar la cancha. Para eso es preciso entender que la acción del Estado debe ir primero a los pobres. Más crecimiento económico, pero crecimiento incluyente. Un Estado que apoye la formalización de la economía en vez de hostilizarla. Un Estado que logre, por fin, hacer presencia en los confines hoy abandonados a la miseria y, sobre todo, a la indiferencia. Una sociedad abierta, contemporánea, que abomina el fanatismo y el oscurantismo, que bebe en la ciencia y en la investigación, que cree en el progreso, que rehúye el odio, el insulto y la venganza. Un aparato productivo más equilibrado, respetuoso del medioambiente, que promueva nuevos mercados, que apoye la innovación. Una sociedad moderna, vibrante. Y que entienda que este no es el momento de acumular riqueza en pocas manos, sino de recuperar esa Colombia profunda que se ha quedado atrás.
Para lograrlo propuse una coalición enorme de fuerzas políticas y también de movimientos sociales, de ciudadanos independientes, de quienes comparten la idea de que no se nos puede quemar el pan de la paz en la puerta del horno del odio. Una coalición progresista que ponga definitivamente en práctica la Carta de derechos que nos dimos en 1991.
Distinguidos líderes han manifestado que prefieren andar este camino por fuera de esa coalición enorme. Trazan una línea divisoria marcada por la limpieza de la política. Creo que esa meta, que comparto, puede y debe lograrse dentro de una democracia de partidos. Reconozco las deficiencias del Partido Liberal, pero no puedo compartir que este sea el único afectado.
Llamo de nuevo a configurar esa coalición enorme. Estoy dispuesto a buscar con generosidad reglas para escoger quién asuma la candidatura. Invito a la Coalición Colombia a reflexionar. No comparto la reticencia del doctor Fajardo en eludir una consulta interpartidista. La división solo favorece a las fuerzas del pasado.
Por otra parte, los doctores Petro, Clara López y Caicedo han planteado una consulta en marzo, incluyendo mi nombre.
Escoger el camino de esta segunda alianza pone en riesgo y puede incluso llegar a destruir las perspectivas de esa gran coalición.
En tales condiciones, manifiesto respeto y agradecimiento por las voces que me incluyen en sus proyectos políticos. Pero aceptarlas terminaría entorpeciendo un propósito más grande.
En las actuales circunstancias, y mientras ellas persistan, el Partido Liberal no irá a una consulta en marzo. Buscaremos ganar con las ideas que he expuesto. No obstante, confío en que las posibilidades de unión se mantengan o renazcan una vez transcurridas las elecciones de marzo. Espero que cada uno de nosotros asuma la responsabilidad, esta vez sí histórica, que implicaría la destrucción de caminos de unión que son urgentes y necesarios.
HUMBERTO DE LA CALLE
Candidato presidencial del Partido Liberal
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