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Eln: la paz es ahora o nunca

Entre negociación y negociación, el Eln se ha reinventado y fortalecido.

Horacio José Serpa
Desde que tengo uso de razón he escuchado y vivido en mi casa la preocupación por el éxito de un proceso de paz con el Eln. Mi padre, de cuya muerte se cumplieron hace poco dos, fue un intenso promotor de la paz con esa organización guerrillera, como congresista, procurador general de la Nación, alto comisionado de Paz, ministro del Interior, director del Partido Liberal o candidato presidencial.
El pasado 21 de noviembre se instaló en Caracas, otra vez, la mesa de diálogo con el Eln, dando inicio a una nueva etapa con esa organización armada, después del intento fallido con el gobierno de Juan Manuel Santos, y el frenazo de Iván Duque a lo avanzado en Cuba. En Venezuela se inició, en esta ocasión, con nuevos protagonistas en nombre del Gobierno Nacional, encabezados por Otty Patiño, exintegrante del M-19, y el alto comisionado para la Paz, Danilo Rueda; y muchas caras envejecidas y experimentadas en nombre de esa organización guerrillera, que irrumpió en el panorama nacional en 1965 con la famosa toma de Simacota, Santander.
Es larga la historia de los procesos de paz con el Eln. Desde López Michelsen todos los gobiernos han buscado la desmovilización de los elenos. Unas veces negociaron bajo la sombrilla de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, en la administración de César Gaviria; otras, en solitario, como con el gobierno de Samper, que permitió avances significativos echados por la borda por Pastrana; y mientras se dialogó con las Farc, en los gobiernos de Pastrana y Santos, el Eln no fue una prioridad. Uribe, a su vez, buscó acercamientos con el Eln soterradamente, a través de emisarios, al que le pidió acercamientos con promesas de concesiones políticas.
Entre negociación y negociación, el Eln se ha reinventado y fortalecido, teniendo la extensa frontera con Venezuela como una retaguardia estratégica, y a varios departamentos fronterizos como eje de su acción militar.
En Caracas las negociaciones no comienzan de cero. Tienen como punto de partida lo acordado en La Habana, en 2016, en la administración de Santos. Los temas parecieran básicos, pero tienen una enorme complejidad en la concepción que el Eln tiene del país que debe surgir de los acuerdos: 1. Participación de la sociedad en la construcción de paz; 2. Democracia para la paz; 3. Transformaciones para la paz; 4. Víctimas; 5. Fin del conflicto armado; 6. Implementación.
Si algo debemos tener claro es que este no será un proceso exprés. El Eln ha capoteado muchos mares embravecidos y ha visto pasar muchos presidentes. De hecho, los líderes de las negociaciones a nombre del Eln son los mismos desde hace casi 30 años. Las caras envejecidas muestran el peso de los años, pero no el arrepentimiento por no haber facilitado la paz hace varias décadas, lo que le hubiera ahorrado al país decenas de miles de muertos. El proceso comienza con una pesada carga de desconfianza en la opinión pública, y aunque debemos ser optimistas, no podemos ilusionarnos de que esta vez sí cuajará el proceso y habrá prontos resultados.
Cada punto de esa agenda podría llevar meses enteros de enormes discusiones, teniendo en cuenta la compleja estructura del Eln, que, a diferencia de la que existió en las Farc, no es vertical. Las negociaciones internas serán intensas. Será, además, una negociación sui géneris, porque se da por primera vez con un gobierno de izquierda, con un presidente hijo del proceso de paz del M-19 con el gobierno de Barco, en el marco de un mundo convulsionado por la guerra en Ucrania y una América Latina que está girando a la izquierda.
Por todo ello es de esperar que el Eln comprenda que es ahora o nunca, porque si se pierde esta oportunidad, los dejará el tren de la historia.
HORACIO JOSÉ SERPA
Horacio José Serpa
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