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La esperanza y nuestro cuarto de hora

La lucha ardua que muchos llevamos para seguir conservando la fe y la confianza ha sido evidente.

Estamos en diciembre y con este vienen la fiesta y la alegría de haber superado un año más. Los abrazos acogedores y la esperanza de llegar al nuevo año con salud y vida no se dejan esperar. Así como tampoco los deseos de que el año nuevo nos traiga muchas cosas provechosas. Por eso, el 31 de diciembre, a las 12 de la noche, no nos pueden faltar nuestras tradiciones para la buena suerte tales como las 12 uvas, la ropa interior amarilla, los billetes y las maletas en nuestras manos, porque en nosotros la esperanza y la ilusión se desbordan y nos embargan de felicidad.
He estado pensando, en estos días, precisamente sobre la función de la esperanza en los seres humanos. Y me basé en el conocido mito griego de la caja de Pandora, de la frase universal: 'la esperanza es lo último que se pierde', originada en este mito, pues, como es contada la historia, cuando Pandora abre la caja, todos los males del mundo salieron de forma inmediata, pero lo último que quedó fue la esperanza.
La esperanza es definida en diversas enciclopedias como estado de ánimo optimista y gratificante en el cual aquello que deseamos o aspiramos nos parece posible. Confiamos en que lo que nos proponemos va a salir bien, en que las cosas se nos van a dar. De allí la importancia de no perder la esperanza, porque indiscutiblemente esta es en gran parte el motor de nuestra vida.
Todos sabemos que, con la calamidad global ocasionada por la pandemia, nos cambió la vida a muchas personas de una manera drástica. El impacto negativo recibido nos volvió mucho más vulnerables y nos recordó que somos mortales. La vulnerabilidad ha contribuido significativamente a un deterioro en la salud mental de una gran parte de la población colombiana. La lucha ardua que muchos hemos llevado para seguir conservando la fe y la confianza ha sido evidente.
Sabemos que una gran parte de la sociedad colombiana se ha visto últimamente afectada y empujada tanto al cansancio como al debilitamiento social. Además, fácilmente podemos observar cómo la crisis sanitaria causada por la pandemia, la degradación socioeconómica, la corrupción, el narcotráfico y algunos escándalos de talla internacional, como el asesinato del presidente de Haití, Jovenel Moïse, han salpicado este último año a Colombia, fracturando gran parte del músculo y el capital social de nuestro país. Sumado a esto, vemos cómo la complejidad que los últimos años ha venido viviendo el país a raíz de las múltiples contradicciones, antagonismos y polarizaciones nos ha ido alejando poco a poco de los senderos de la paz, la tranquilidad y el florecimiento.

En la mitad del agotamiento, afortunadamente la vida nos premia a los colombianos con dos regalos; el primero es la película Encanto y el segundo es el tierno niño Yanfri.

Llama la atención que en los inicios de la pandemia hemos anhelado y pedido a gritos que lleguen a nuestras vidas tranquilidad, alegría y armonía, pero en ocasiones parece que estos deseos se han ido olvidando a medida que el tiempo va pasando; es más, en ocasiones se tiene la sensación de que los esfuerzos que se hacen para lograr el tan anhelado equilibrio social no son realmente del tamaño que se necesitan para alcanzarlo.
Sin embargo, aunque no siempre nos percatamos, y mucho menos cuando estamos en épocas de oscuridad y de crisis, la vida nos presenta oportunidades, que nos llevan a seguir creyendo en algo. No obstante, en ocasiones estas se manifiestan disfrazadas de adversidades y de desdichas o en situaciones cotidianas y sencillas, creando en nosotros la dificultad de saber cuándo es pertinente agarrarlas y aferrarnos a ellas, en lugar de desaprovecharlas. Si las dejamos ir, puede ser que se nos esté presentando nuestro cuarto de hora y probablemente no nos estemos dando cuenta de lo que está pasando.
No obstante, en la mitad del agotamiento, afortunadamente la vida nos premia a los colombianos con dos regalos; el primero es la película Encanto y el segundo es el tierno niño Yanfri.
Debemos reconocer que este homenaje que la película Encanto nos rinde a los colombianos nos ayuda a subir el autoestima, el orgullo por nuestro país y a reencontrarnos como nación. Pero, asimismo, nos vemos obligados a reconocer lo poco que muchos de nosotros acostumbramos recordar: que en Colombia tenemos climas y paisajes maravillosos, que tenemos dos mares, una de las biodiversidades más ricas del planeta y, por supuesto, gente increíblemente maravillosa y bondadosa.  Este regalo nos exige indiscutiblemente valorar lo que tenemos, porque con todo y nuestras falencias como país, los colombianos somos mucho más que criminalidad, terrorismo, narcotráfico y corrupción.
El segundo regalo es el niño Yanfri, el tierno niño de 3 años de edad, oriundo del municipio de Istmina, Chocó, que se volvió tendencia en TikTok y en otras redes sociales. Yanfri, el mismo que no se considera un bebé y camina como un hombre, indudablemente nos enterneció a todos.
Yanfri nos llega a los colombianos cuando más lo necesitamos. Él, con su gran mensaje de alegría y cariño, algo que sin lugar a dudas nos hacía mucha falta, nos abrigó con dulzura. Este niño definitivamente ha logrado unir a todo un país, así sea por unos cuantos días. Igualmente, nos recordó a los colombianos nuestras bondades, el buen corazón que tenemos y la enorme capacidad de empatizar.
Esos días que Yanfri se viralizó en las redes sociales nos pudimos despojar de barreras y construcciones sociales que nos han secuestrado en el absurdo racismo, clasismo y homofobia. ¡Esto nos mostró que aún hay esperanzas!
Por eso, es oportuno y, por qué no, gratificante que los colombianos veamos estos dos maravillosos regalos de fin de año que la vida nos está dando, como nuestro cuarto de hora.
Pero también nos beneficia reflexionar sobre lo que estos dos sucesos, así sea de una forma fugaz, han creado en muchos de nosotros. En la medida que entendamos desde una perspectiva esperanzadora la importancia que estos acontecimientos han tenido en nosotros mismos y en nuestro país podemos reforzar aún más la autoconfianza y el amor de patria. Tener siempre presente que somos los autores de nuestras propias vidas nos permite ver las oportunidades de hacer cambios en el acontecer diario y estar siempre a la vanguardia. ¡Recordemos disfrutar nuestro cuarto de hora y tener presente que las oportunidades siempre nos llegan, pero debemos verlas, atraparlas y no dejarlas ir!
Posdata. La autora de esta columna les agradece infinitamente a todos los lectores y les desea feliz Navidad y próspero año 2022, deseando que siempre tengan salud, fe y mucha esperanza.
HAIDY SÁNCHEZ MATTSSON
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