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Empachados

La explosiva promesa de Pacho, los líos en las playas, el temido virus y el aún mentado general.

Cuatro episodios del sainete nacional. De novedoso: aparte del paro, hay más cosas de las que podemos hablar. Y quejarnos.
Coronavirus. Es algo en lo que todos nos hemos hecho expertos instantáneos. De la misma manera como Juan Pablo Montoya nos convirtió en versados de la Fórmula 1 en 2001, hoy hemos logrado lo que no ha podido China: dominar el virus (a punta de lengua, eso sí). Por eso nos inquieta el parte de tranquilidad de las autoridades. China tiene el equivalente de infectados a la población total de Colombia. Y Venezuela está hipotecada a China, con llegada diaria de personas y elementos desde ese país. Compartimos 2.219 kilómetros de una frontera repleta de trochas y de migrantes en contacto con los chinos, gracias a la quiebra y posterior arrodillada de Maduro. ¿Todos tan tranquilos?
Pacho Santos. Pacho decide que llegó el momento de hablar sin tapujos, justo cuando termina abruptamente su paso por la diplomacia. En lo que parece ser un ‘te lo digo, Juan, para que me entiendas, Pedro’, su hijo Gabriel declara públicamente: “Me duele el corazón escuchar cómo los partidos políticos se están rifando ministerios con el gobierno que prometió no darlos (...). La tecnocracia arrodillada frente a la politiquería”. ¿Saltará nuevamente Pacho de la burocracia a los medios, so pena de electrocutarse, como le sucedió en tiempos radiales? Habiendo descubierto que el Departamento de Estado de los gringos es una ONG, ¿fundará una para ayudar a sacar el país del atolladero en que lo tiene un gobierno del que se sentía orgulloso hace pocas semanas? ¿Anotará en la misma libreta de traiciones del uribismo (a sus aspiraciones presidenciales) las que comienza a prodigarle el duquismo? ¿Pasará Pacho de empachado a despachado?

¿Pasará Pacho de empachado a despachado?

Playas. Colombia es una nación con dos océanos que presume de tener bellas playas. Playas que son desiertos de autoridad. Usted en nuestras playas puede beber y fumar, poner música a todo volumen, ver pasearse animales sueltos, ser empresario pirata, tirar basura y, además, encontrarse de frente con una lancha mientras nada. Las playas, dice la Corte Constitucional desde las nubes, son de la Nación, pero la Nación no se ha enterado. Menos consejos de seguridad y reuniones de alto nivel; menos cháchara y más policías e infantes de marina. Lo que se necesita son cordones y boyas de seguridad, sanciones a los infractores, demarcaciones, limpieza y salvavidas. O modulaciones jurisprudenciales que permitan a la empresa privada invertir en las playas y cobrar racionalmente por su uso en zonas de alto flujo. ¿Vamos a seguir chapoteando en la teoría de que todo es de todos? Porque lo que es de todos termina siendo de nadie.
Nicacio Martínez. No ordenó interceptaciones ilegales, asegura formalmente Human Rights Watch. No ejerció presiones sobre subordinados. No alentó ejecuciones extrajudiciales. No se lucró con irregularidades contables. No alentó a los uniformados a limitar sus colaboraciones con el Sistema Integral de Verdad, Justicia y Reparación. No bombardeó menores de edad. No dispuso seguimientos a periodistas que investigan al Ejército. Pero todo sucedió durante su paso por la comandancia del Ejército. Los oficiales de honor responden con su puesto cuando el tapete se ondula con tanta mugre debajo.
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Grima. Conmueve, y enerva, la revelación en EL TIEMPO de que Daniel Murillo, uno de los cadetes sobrevivientes del atentado en la Escuela General Santander, no haya podido graduarse de subteniente. Trabas e insensibilidad son las principales estaciones del calvario que vive este joven. ‘Dios y Patria’ es el lema de nuestra querida Policía Nacional, pero va siendo hora de actualizarlo. Nada mal se oiría: ‘Gente, Dios y Patria’.
GUSTAVO GÓMEZ CÓRDOBA
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