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¡Aterricen!

Guerrilla y gobierno pueden romper cualquier diálogo, menos el diálogo sobre cómo volver a dialogar.

El Presidente está dispuesto a hablar de paz. El Eln, también. El obstáculo que enfrentan no es temporal, sino espacial, como le sucedió al capitán Ireneo Morris, que Bioy Casares nos presentó en su cuento ‘La trama celeste’. Compleja historia en la que de mundos paralelos despegan varios capitanes Morris al mismo tiempo y, gracias a ciertas maniobras, uno de ellos termina aterrizando en un Buenos Aires ajeno. Todos pilotos y todos surcando cielos argentinos, pero cada uno en un plano diferente.
Más allá de las decisiones desafortunadas que el Gobierno y la guerrilla hayan podido tomar, se les reconoce el mantenerse fieles a sus principios, lo que para unos es terquedad y para otros, estulticia. Duque ha sostenido que no dialoga formalmente si la contraparte persiste en el secuestro y el terrorismo; los elenos están casados con la política de negociar en medio de la sangre.
Los protocolos que mantienen en vilo al país, a pesar de su rimbombante nombre, no son más que un manual de instrucciones para trasladar negociadores en caso del rompimiento de diálogos. Algo de lógica parece haber en que a Duque le pesen más 80 kilos de muerte que veintitantos renglones de directrices. Al negarse a cumplirlos, el Gobierno no ha violado acuerdo legal alguno. De hecho, buena parte de los votos de Duque llegaron a las urnas luego de prometer no comulgar a ojo cerrado con la paz de Santos.
Le faltó decisión al Gobierno para que, antes de producirse uno de los acostumbrados actos brutales del Eln, hubiera renegociado tales protocolos. Con algo de tibieza, prefirió moverse en los fangosos terrenos de la suspensión y de las charlas telefónicas furtivas, en vez de levantarse de la mesa alegando la persistencia de los secuestros y los reiterados actos de violencia.
No respetar los protocolos es una decisión de arriesgado jugador, y esas son habilidades que aún Duque no domina como sus predecesores. Movidas de ese calibre siempre alentarán vítores en ciertos sectores y abucheos en otros, sobre todo en un país que es varios países a la vez (como las argentinas sobrepuestas de Bioy Casares). Gobernar es intentar darles gusto a todos sin lograr satisfacer a nadie.
Con la excepción del uso de la fuerza militar o impensables escenarios coloniales, solo se gobierna en el país donde se ganan las elecciones. Bien haría Palacio de Nariño en entender que los dientes hay que mostrárselos al Eln y no a los países garantes.
Darle órdenes a Cuba sobre lo que tiene que hacer con los negociadores de la guerrilla y pedir su extradición es una movida diplomática de infinito candor. Primero se seca el mar que ver a la revolución cubana, que pasó décadas exportando subversión, entregando camaradas a un gobierno de derecha. Hay consejos del canciller que nos recuerdan lo mucho que va de Sherlock a Carlos.

Hay consejos del canciller que nos recuerdan lo mucho que va de Sherlock a Carlos

El negociador ‘Pablo Beltrán’, en reciente entrevista con el periodista Diego Bonilla, dijo que están dispuestos a conversar en el nivel que Duque diga: “esto no me gusta y esto, sí; póngalo sobre la mesa y hablamos”. Traducción: ¡píntela, Presidente! El guerrillero no es precisamente la representación de la rectitud y la confianza, pero es mejor tenerlo dando verbo que plomo.
¿Habrá esperanzas de que el Gobierno y la guerrilla compartan protocolos de vuelo y lleguen al mismo Buenos Aires? Ojalá aterricen antes de que se agote el combustible. A menos, claro, que cada parte haya encontrado la excusa ideal para no ceder un centímetro frente al adversario y seguir en la guerra. Pero uno tendría que ser muy mal pensado para creer eso.
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GUSTAVO GÓMEZ CÓRDOBA
En Twitter: @gusgomez1701
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