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Tecnología y atención

Sobre el deterioro escondido que las tecnologías podrían tener en la calidad de vida de usuarios.

Gustavo Estrada
En la Era de la Información, en paralelo con los signos de admiración por los avances de la computación, surgen también los signos de interrogación alrededor de los riesgos técnicos y administrativos que aparecen en la implantación de nuevos sistemas.
Entre los riesgos administrativos hay un área de preocupación asociada con la degradación humana, resultante de efectos indeseables que no fueron anticipados y que podrían ‘aparecer’ después de la implantación de cualquier software.
Degradación humana es el deterioro escondido que las diversas tecnologías –telefonía inteligente, redes sociales, conectividad instantánea– podrían tener en la calidad de vida de los usuarios. Los riesgos involucrados en los cambios, no obstante lo obvios, tienden a tornarse invisibles, como si se escondieran detrás de los beneficios esperados.
Todos hemos escuchado a algún allegado lamentarse de que sus hijos no sueltan el teléfono, hablan todo el día y declaran que no podrían vivir sin el tal aparato… Con él a la mano, desayunan, almuerzan, comen, caminan, conversan, duermen… Los muchachos han hecho del tal juguete una parte inseparable de su existencia. Esta adicción nunca fue pronosticada ni prevista.
Hoy más de un tecnólogo afiebrado expresa que no estaría en capacidad de trabajar ni tomar decisiones ni multiplicar por nueve… si le faltara su teléfono. Algunos van aún más lejos y declaran, sin inmutarse, que… “sin ese artefacto no podrían vivir”.
La masificación de la tecnología es, sin duda alguna, positiva y extraordinaria; sus logros son asombrosos… Y todos reconocemos que laptops y teléfonos inteligentes, conectados a internet, se volvieron vitales e imprescindibles en la vida moderna.
Los efectos negativos de la tecnología en la salud mental, por otra parte, también son reales y están siendo permanentemente evaluados con el propósito de definir los caminos que la sociedad, como un todo, y cada persona, por su cuenta, ha de seguir en busca de correcciones.
Los escenarios, tan brevemente descritos en el párrafo anterior, han abierto camino a la expresión ‘degradación humana’, creada por Tristan Harris y Randy Fernando, fundadores del Centro para la Tecnología Humana. La retadora misión de esta organización es “humanizar la tecnología de información, a fin de revertir la degradación a la que la misma tecnología está conduciendo”.
¿Existe intencionalidad en las compañías de software cuando desarrollan programas que conllevan degradación humana? Por supuesto que no. En la creación de productos y servicios es frecuente que el nuevo desarrollo, una vez completado y puesto en venta al público, sea utilizado para propósitos diferentes a los del diseño original. La degradación humana es más accidental que intencional. Y sí, por supuesto, los usuarios de redes sociales tienen que estar conscientes de los riesgos.
El dilema de las redes sociales, un docudrama de Netflix, escudriña el negocio de las redes sociales, la adicción de sus usuarios a ellas, y la economía de la atención. La atención –la que busca ‘agarrar’ la publicidad– es un recurso que, aunque gigantesco por el número de habitantes en el planeta, es limitado en cada ciudadano por el tiempo disponible de cada persona para utilizar su teléfono.
Los dueños de las redes sociales nos quieren como sus clientes y, en consecuencia, buscan nuestras preferencias. Harris y Fernando exponen el tema, estrechamente ligado a la denominada "economía de la atención", esto es, a la forma cómo las empresas monetizan ‘nuestra dedicación’ a través de las redes sociales.
Según Randy Fernando, “la degradación humana, generada por la tecnología de información, ha sobrepasado límites críticos y es motivo de preocupación”. La inquietud es válida y la ruta correctiva de sus causas aún no está trazada. El manejo –el tratamiento preventivo– de esta forma de adicción debe comenzar con los niños… Acción esta que, por supuesto, no resuelve el problema de hoy, aunque sí tendrá influencias positivas hacia el futuro. Mientras tanto, cada usuario de IT debe, como mínimo, tomar consciencia de sus propias reacciones condicionadas que lo están aferrando a su laptop o a su teléfono inteligente.
GUSTAVO ESTRADA
Autor de Armonía interior y Hacia el Buda desde Occidente
Gustavo Estrada
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