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¿Son inteligentes los árboles?

Los árboles parecen guardar su pasado y su sabiduría para uso de ellos durante su existencia.

Gustavo Estrada
'La vida escondida de los árboles' (The Hidden Life of Trees, en inglés), un best-seller de Peter Wohlleben, experto forestal alemán, fue el libro que motivó esta nota. Los árboles me han fascinado desde mi niñez. ¡Cómo disfrutaba con mis amigos cuando nos quedábamos quietos, charlando por largo rato, en la rama más alta a la que lográbamos treparnos! Nunca me esforcé por aprenderme nombres o clasificaciones… Simplemente admiré su belleza, al igual que hoy me cautiva una obra de arte, sin interesarme por el apellido del pintor o la corriente artística a la que pertenece.
Veamos algunas de las maravillas ‘arbóreas’ que aprendí del doctor Wohlleben, comenzando por duración. La pícea es un árbol cuya altura oscila entre 20 y 60 metros, del que existen 35 especies y cuya madera se utiliza en la fabricación de guitarras y violines. Una pícea sueca, de unos 9.500 años, ocupa el tercer lugar en edad entre los ancianos vegetales del planeta; su edad es 114 veces mayor que la longevidad promedia de los suecos, sus muy longevos coterráneos. (Google me informa que un roble de California –trece mil años– y un álamo de Utah –ochenta mil– son los dos árboles más ‘viejos’ identificados).
Volviendo al libro, quiero referirme a dos destrezas particulares, entre las muchas que cubre. La acacia de espina paraguas es una especie de las sabanas africanas que crece en algunas regiones de Sudán. Cuando las jirafas comienzan a alimentarse de sus hojas, estas acacias secretan, a los pocos minutos, unas sustancias tóxicas que las espantan.
Los gigantescos mamíferos, sin embargo, en vez de moverse hacia las acacias vecinas, prefieren desplazarse hacia otras más apartadas porque, con los siglos, las jirafas, que tampoco son brutas, han aprendido que las acacias ‘textean’ señales químicas de ‘peligro’ a sus congéneres cercanas para que hagan lo propio. De hecho, los ejemplares de estas acacias que crecen aislados viven menos, pues carecen de ‘colaboradores’ que las prevengan de las amenazas. ¡La soledad es pues dañina, no solo para los humanos!
‘La vida escondida de los árboles’ también sugiere que los árboles de las zonas templadas, donde ocurren las cuatro estaciones, “… miden y cuentan el tiempo, para esperar que un cierto número de días tibios hayan transcurrido, y concluir que la primavera ha comenzado”.
Las hayas, otra variedad forestal, alcanzan hasta 40 metros de altura… Aunque no crecen sino cuando, ya en primavera, hay trece horas de luz”, como si tuvieran un calendario ‘marcado’ y un reloj para comparar la ‘duración’ de hoy con la de ayer.
¿Tendrán los árboles inteligencia o consciencia? El índice alfabético del libro no incluye estas palabras. Inteligencia es la capacidad de comprender y resolver problemas; consciencia es el estado mental que nos permite percatarnos de que existimos como una entidad diferente de las demás.
Sería exagerado decir que los árboles tienen niveles de inteligencia o consciencia similares a los de algunos mamíferos… Si bien, después de admirarme con 'La vida escondida de los árboles', entiendo la causa de mi tristeza cada vez que destruyen algún bosque, para un desarrollo industrial o agrícola –sí, por supuesto, allí trabajarán docenas de personas–, pero de allí también desaparecerá un número grande de árboles.
De alguna manera el libro del experto alemán me llevó a reflexiones de la naturaleza humana. No obstante el orden que existe en esos inmóviles ‘seres vivos’, con una precisión tan admirable como inexplicable, somos capaces de destruirlos con la más fría tranquilidad… La comprensión de la sociedad humana parece que no la voy a alcanzar en esta ‘reencarnación’.
Tales razonamientos siempre devanan los sesos cuando repasamos muchos aspectos de la historia de la humanidad. Sin embargo, para intentar darme algún consejo, acudo a Soren Kierkegaard, el filósofo danés, quien sugiere que “la vida es para vivirla hacia adelante” y las explicaciones, agrega este columnista, las buscamos hacia atrás.
Los árboles solo parecen guardar su ‘pasado’ y su ‘sabiduría’, para uso ‘de ellos’ durante sus larguísimas existencias. Su ‘ciencia’ es espontánea: Se denomina ‘orden natural’… El mismo que tanto insistimos en violar.
Gustavo Estrada
Autor de 'Hacia el Buda desde occidente' y 'Armonía interior'
@gustrada1
Gustavo Estrada
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