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Meditación: un viaje sin objetivos

La meditación ha de emprenderse despreocupadamente, sin objetivos específicos en mente.

Si usted comienza a meditar motivado por los cambios significativos que espera alcanzar en su vida —perfecta salud, muchos amigos, más dinero, mejor trabajo, pareja ideal, menos timidez—, estaría perdiendo su tiempo… Y aumentando la lista de los factores generadores de ansiedad y estrés. La iluminación, el éxtasis y la extinción del ego, entre otros anhelos etéreos, están también entre las metas que tampoco deben perseguirse.
La meditación ha de emprenderse despreocupada y desinteresadamente; su práctica continuada desvanecerá, sin que lo notemos, las barreras que impiden la llegada de la armonía a nuestra vida… Y, cuando la armonía aparezca de manera espontánea, las transformaciones que nos convienen ocurrirán.
Los grandes meditadores de la historia, desde Siddhattha Gotama, iniciador del budismo, pasando por Eihei Dōgen, fundador de la escuela Sōtō del Zen, hasta Tenzin Gyatso, el décimo cuarto Dalai Lama, han sido monjes o místicos. Para el ciudadano corriente, sin embargo, sus vidas, admirables, por lo demás, parecen estar alejadas de las realidades cotidianas.
El brillante historiador Yuval Harari, por otra parte, es un meditador terrenal y corriente. Su celebridad proviene de ‘Sapiens’ y ‘Homo Deus’, sus recientes ‘best sellers’ de éxito mundial, y no de los larguísimos retiros de meditación, que ha hecho en la India. ¿Por qué traemos a colación al doctor Harari? Porque su evolución intelectual es ejemplo excepcional del planteamiento de esta nota: la meditación debe practicarse sin ambiciones, sin objetivos específicos en mente.
“Cuando estaba estudiando en Oxford”, dijo el historiador en una entrevista a 'The Guardian', el diario londinense, “no lograba, de ninguna manera, darle sentido a mi vida. Un buen amigo me recomendó entonces: ‘¿Por qué no intentas la meditación ‘vipassana’? Con su práctica se abandonan todas las fantasías que atiborran la mente. De forma inesperada, tuve una herramienta científica para observarme… Y me di cuenta de que no tenía idea alguna de quién era”. El doctor Harari cerró su comentario con una frase categórica: “La meditación transformó mi vida”.
Meditar con ambiciones e ilusiones engendra ruidos semejantes a los que quisiéramos acallar. En una conversación con el neurocientífico Sam Harris, el doctor Harari describe los resultados de su práctica meditativa en términos de focalización “espontánea” en lo importante y de renovaciones estructurales alrededor de valores, como el sentido del bien y del mal, que nada tienen que ver con propósitos. Agrega el escritor israelí que una vez nos metemos de lleno en la meditación, “nuestros valores ya no estarán anclados a nada”.
Los medios le han dado cubrimiento extenso al tema y nadie lo discute: la práctica de la meditación sí trae cambios beneficiosos y sustanciales a nuestra vida, pero… no corramos detrás de ellos. La peor consecuencia de tener expectativas al meditar se manifiesta cuando surgen las frustraciones por la ausencia de los resultados esperados. El principiante termina entonces íntimamente convencido de que sentarse quieto, por largas horas, a observar su respiración, sus sensaciones y sus estados mentales resultó ser una pérdida absoluta de tiempo. En consecuencia, el desilusionado aspirante jamás volverá a intentar la meditación.
Si usted, estimado lector, encuentra alguna confusión en su vida —¿habrá alguien que nunca la haya tenido?— y está considerando la práctica de la meditación, no se trace propósito alguno, que será solo producto de su ego redundante, esto es, de los condicionamientos y codicias sembrados en su mente por la sociedad.
‘Soltar una fantasía’ no es algo que pueda convertirse en un logro alcanzable porque… las fantasías de cada cual están tan metidas en su cabeza que se vuelven ‘realidades’. La meditación de atención total les abre la puerta a las fantasías para que se vayan… Como no las distinguimos de nuestros anhelos auténticos, no las podemos espantar. Y por la misma puerta por la que salen las quimeras, entra, sin que nos demos cuenta, la armonía interior.
Comencemos, pues, a meditar como si entráramos en una aventura, sin objetivos predefinidos, de la cual no sabemos el desenlace. ¿Implica esto que no debemos investigar los beneficios de la meditación? ¡No! Las experiencias ajenas pueden resultar motivantes; lo que hay que evitar son las expectativas de logros y los distractores, que cerrarán la puerta por la cual ha de entrar espontáneamente la armonía interior.
GUSTAVO ESTRADA
Autor de ‘Hacia el Buda desde Occidente’
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