El testamento vital es un documento que contiene la voluntad de alguien con respecto al sostenimiento de su existencia mediante procedimientos artificiales, en el caso hipotético de que cayera en un estado vegetativo, sin posibilidad realista de recuperación. La eutanasia, por su parte, es la muerte asistida a una persona que padece una enfermedad terminal y que ha expresado su deseo de morir. En el primer caso, se retiran las ayudas que sostienen la vida del paciente agonizante; en el segundo, el paciente solicita intervención médica para terminar con sus días.
El incremento considerable y creciente de la expectativa de vida en el mundo moderno —si yo no me muero hoy, mañana mi expectativa de vida será tres horas más larga— conduce a una mayor proporción de ancianos y a más personas que sufren crueles dolencias seniles, tales como la enfermedad de Alzheimer y la demencia de cuerpos de Lewy. Sus pacientes, algunos con problemas físicos tolerables pero con estados mentales lastimosos, pueden durar, mas no vivir, muchos años. Los testamentos vitales no se aplican aquí, y los involucrados carecen de iniciativa para solicitar su eutanasia. Lamentable situación, ¿verdad? Los holandeses están sentando pautas correctivas en este controversial territorio.
Con el fin de cobijar a aquellas personas ya incapaces de manifestar su voluntad, las autoridades holandesas de salud y justicia actualizaron hace poco las guías para la aplicación de la eutanasia, en los casos de demencia severa. Las nuevas guías implican declaraciones de los enfermos, cuando aún están sensatos, de su deseo de someterse al suicidio asistido, si alguna de las formas crueles de demencia acabara con su iniciativa y voluntad. Esta aproximación combina el testamento vital, que puede suscribirse con años de anticipación, con la solicitud de la eutanasia, que es inmediata.
Poco se sabe de las causas del alzhéimer, y menos aún de su tratamiento. Uno de los primeros códigos genéticos en completarse, hace ya algunos años, cuando su estudio costaba medio millón de dólares, fue el del biólogo James Watson, codescubridor de la estructura del ADN. Dado que una de sus abuelas había padecido esa enfermedad, el científico solicitó expresamente que no se publicara en su evaluación la presencia o ausencia de un gen específico, asociado con tal mal. “No quiero conocer ese resultado”, dijo en una entrevista. “Si fuera ‘positivo’, consideraría seriamente el suicidio”. Por fortuna, el doctor Watson sigue aún activo, seis décadas después de haber compartido con otros investigadores el Premio Nobel de Medicina.
Otra situación, esta sí con desenlace trágico, fue la de Robin Williams, quien se suicidó hace dos años. La celebérrima figura del cine sufría de la demencia de cuerpos de Lewy, enfermedad esta aún más dolorosa que el mismo alzhéimer. Susan Schneider, esposa del comediante, declaró que, independientemente de cómo se mire la calamidad, “la presencia de los cuerpos de Lewy acabó con la vida de Robin”. ¿Habría el actor pospuesto su decisión fatal si la opción de una eutanasia posterior, varios meses o años después, hubiera existido? La respuesta a tal pregunta se fue con el brillante humorista.
Los sabios acostumbran recomendar el desprendimiento. “No desees nada y serás el hombre más rico del mundo”, escribió Cervantes. Pero, ¿podemos siquiera pensar en desprendernos de nuestra consciencia? Por supuesto que no: la consciencia del yo es nuestro sentido mismo de identidad, la sumatoria de lo que nos caracteriza, incluidas todas nuestras preferencias y adicciones (y todos nuestros rechazos y fobias). Podríamos desprendernos de los apegos, mas jamás de la consciencia.
Por desgracia, cuando la demencia se apodera de nosotros, la consciencia da un paso al costado y el sentido de identidad desaparece. Por ello se vuelve imperativo que nuestro ‘yo’ tome decisiones sobre su propia vida en los casos de enfermedades incapacitantes y dramáticas, cuando todavía la consciencia está presente y actuante.
No hay duda, por lo tanto, de que los pasos dados por los holandeses en este territorio serán seguidos pronto por otras culturas, y cada vez más personas tomarán decisiones hacia el futuro mientras su consciencia y, por ende, su sentido de identidad están todavía lúcidos e intactos. ¡Bienvenida esta nueva pauta!
GUSTAVO ESTRADA
Autor de ‘Hacia el Buda desde Occidente’@gustrada1
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