Ya varios columnistas han mencionado la iniciativa del Centro Nicanor Restrepo de reconocer a los justos en el conflicto colombiano. Por justos se entiende a aquellos personajes que durante el conflicto, en palabras del director del centro, Carlo Tognato, “llegaron a apartarse o a traicionar a sus propios grupos sociales u organizaciones (...) y asumieron costos y riesgos personales para salvar vidas inocentes”.
En medio de la mezquina lucha entre quienes aspiran a construir versiones de la memoria del conflicto inclinadas a uno u otro lado para reclamar dividendos políticos, la iniciativa por identificar a los justos marca una ruptura. Desmitifica la superioridad moral de las distintas posturas y bandos al identificar personajes que, desde sus entrañas, tomaron riesgos para hacer lo correcto en contra de los intereses de su propio grupo.
Es más, la iniciativa debería extenderse a los fabricantes de memoria y verdad en el posconflicto. Los justos en el posconflicto serían quienes construyen versiones del conflicto ajustadas a la realidad y a los matices de la historia, así vayan en contra de sus preferencias ideológicas e incluso de sus intereses políticos y sociales.
Hoy, el país está inundado de versiones sesgadas de parte y parte. Se encuentran figuras cuestionadas por desfalcos al Estado hablando de las guerrillas como puros carteles del narcotráfico y de los líderes de los movimientos sociales, de manera general, como sus cómplices civiles. Hubo uno que alabó a Carlos Castaño y lamentó que el narcotráfico hubiera corrompido a los paramilitares. Como si los Castaño no hubieran sido parte del cartel de Medellín.
Al mismo tiempo se encuentran exguerrilleros que, a lo mucho, pidieron un perdón abstracto por sus secuestros y nunca han reconocido a sus víctimas, calificando de manera genérica como crueles paramilitares a los mismos grupos que ellos secuestraron. No tienen la menor sensibilidad para reconocer que la mayoría de estas personas quedaron en medio de un fuego cruzado y así como pagaron a los paramilitares, también les tocó pagar a la guerrilla.
Los justos en el posconflicto son necesarios para algo más valioso que cuestionar a aquellos que hacen proselitismo con la memoria y la verdad. Son la base de la reconciliación. Quienes padecieron el conflicto difícilmente van a perdonar si la historia los trata como simples y puros victimarios.
Gustavo Duncan