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¿Los genes explican el desarrollo económico?

Occidente solo lleva 200 años superando a Asia, pero ahora comienza a quedarse. ¿Genes?

Gregory Clark en Farewell to Alms (2007), un libro “políticamente incorrecto” (Clive Crook, FT), es muy escéptico sobre la calidad de las instituciones para explicar la Revolución Industrial (RI) y el desarrollo de Inglaterra: “El mercado no fue muy bueno en premiar la innovación”. Incluso, en el ramo de los ferrocarriles, “Richard Trevithick, el pionero de las locomotoras, murió como indigente en 1833”. Los mayores beneficiarios de las innovaciones fueron los consumidores, con precios más bajos.
Clark sostiene que el factor clave para explicar la RI y el desarrollo de Inglaterra, que él llama cultural, sería “genético” y propio de los ingleses, y por eso no se presentó en otra parte del mundo.
En la introducción del libro, Clark esquematiza su línea de argumentación: la sociedad humana, como la de otras especies animales, estuvo sujeta a la selección natural. Esta lucha darwiniana que le dio forma a la naturaleza humana no terminó en la Revolución Neolítica sino que continuó hasta la RI.
En Inglaterra, el éxito económico se convirtió en éxito reproductivo. Los ricos tenían el doble de hijos que los pobres, cuyas familias terminaban en extinción. De esta manera, la Inglaterra preindustrial fue un mundo en constante movilidad hacia abajo. Los hijos de los ricos, que los había en abundancia, tenían que tomar trabajos en una jerarquía menor. Los hijos de los artesanos se hacían trabajadores, los hijos de los mercaderes pequeños comerciantes, los hijos de los terratenientes pequeños propietarios, etc. Los atributos que asegurarían, más tarde, el dinamismo económico, el trabajo duro, la innovación y la educación fueron así derivados biológicamente, a través de la población. La gente fue dándole forma a la economía, y esta a la gente, al menos cultural y, quizás también, genéticamente.
En Inglaterra, la fuerza de una institucionalidad estable, un sistema de capital intensivo, creó una sociedad que premiaba los valores de clase media con éxito reproductivo, generación tras generación. Este proceso de selección fue acompañado por cambios en las características de la economía preindustrial, debido, principalmente, a la adopción por parte de la población de las preferencias de clase media. Las tasas de interés cayeron, la tasa de homicidios también, las horas de trabajo también, el gusto por la violencia declinó y la alfabetización literaria y numérica se llevaron hasta los estratos más bajos de la sociedad.
Por lo tanto, la ventaja inglesa sobre Asia, China o Japón “tiene una base biológica”. En el capítulo 17, titulado Por qué no es desarrollado el mundo como un todo, la respuesta de Clark es que las diferencias de la productividad del trabajo entre Asia e Inglaterra resultan de la calidad de la fuerza laboral, determinadas, a su vez, por “el ambiente social local”, que no tenían la ventaja reproductiva de los ricos en Inglaterra, y, “como resultado, en Asia los valores de la clase media no fueron ampliamente difundidos, y la población en general fue perezosa y poco emprendedora” (R. Allen).
¿Cuál es el origen o fuentes de la divergencia entre el ingreso per cápita por países? Las fuentes son tres, dice Clark: diferencias en capital per cápita, diferencias en tierra per cápita y diferencias en eficiencia. La clave de la divergencia es la tercera, la diferencia en eficiencia: “La Inglaterra de altos salarios dominó el mercado mundial porque las fábricas en otros países nunca obtuvieron los niveles de la eficiencia inglesa, no tanto en el uso del capital, sino en el uso de la fuerza laboral”.
Al respecto, Clark da ejemplos comparando Inglaterra y EE. UU. con India para demostrar que el número de tareas por trabajador y de número de máquinas atendidas por trabajador en el sector textilero es mayor en los dos primeros países que en India, para concluir que “la evidencia presentada apoya fuertemente la idea de que los problemas con el trabajo estaban en las raíces del fracaso de India para industrializarse bajo el Gobierno británico, entre 1857-1947, y, después, bajo los gobiernos indios independientes. El letargo socialmente inducido que afligía el trabajo indio podría ser extendido en la sociedad” (365).
En una reseña, K. Pomeranz (2008) señala en contra del argumento de Clark de los rasgos burgueses trasferidos a las generaciones futuras que: “Explicar el auge de las sociedades ricas de hoy en día y la brecha todavía creciente entre ellas y los que no tienen, como resultado de la selección reproductiva a favor de individuos económicamente aptos, es políticamente potente, pero intelectualmente débil. Los estudios que intentan medir la herencia de los rasgos de la personalidad, (llegan a la conclusión de) que tales efectos desaparecen virtualmente en dos generaciones”.
Robert Allen (2008), por su parte, señala que Clark le da más relevancia al aspecto biológico, que a la ciencia y la tecnología, “que siempre se ha mostrado ser más importante para explicar la Revolución Industrial”, y que “sus argumentos biológicos a favor de la superioridad de la cultura angloamericana hacen que las diferencias entre Occidente y el resto sean insuperables y una fuente de conflicto perpetuo”.
Occidente solo lleva 200 años superando a Asia, pero ahora comienza a quedarse. Dominio transitorio. ¿Genes?
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