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Presidente electo

Tiene durante cerca de 1.500 días la ocasión de ocuparse sin ensayo como bombero y presidente.

Antes de los seis años frente a la pregunta acerca de qué quisiéramos ser cuando grandes (como si adultez significara lo mismo que grandeza), la mayoría de los niños respondemos bombero o presidente. Alta política, por cierto, ya que no es larga la distancia entre el fuego y el poder.
Uno entre millones cruza el umbral. Usted, señor presidente electo, Iván Duque, lo ha conseguido. Coyunturas, laberintos de la política y, cómo no, sus propios méritos lo ponen en esa situación. Y es que precisamente de eso se trata el poder: de una situación, una oportunidad, un tiempo de la vida propia que incide en la de alguna sociedad. En sentido estricto no se ‘es’ presidente, se está como tal; por eso, la mención frecuente (no despectiva sino valorativa) al inquilino del palacio.

El más rico, el más diverso, el de más ríos, climas y fiestas; el más violento, el más inequitativo, el de mayor desplazamiento de personas, el más corrupto y devastador de la floresta.

Para algunos es imperativo ese mandato humano de ‘dejar las cosas un poco mejor de lo que las encontramos’. Ojalá este sea el suyo, y aunque no se ve fácil hacerlo en cuatro años, tiene usted el privilegio de lidiar de aquí en adelante con un país de extraordinarios relieves. No pierda de vista que somos abismales: un día queremos a Yerry Mina en el escudo nacional (en reemplazo del cóndor que pocos han visto en vida) y horas después tragamos cenizas en el fondo del volcán. Lo mejor es su gente, dicen los anuncios para atraer turistas; lo peor es su gente, pensamos tantas mañanas al leer primeras planas en los diarios. El más rico, el más diverso, el de más ríos, climas y fiestas; el más violento, el más inequitativo, el de mayor desplazamiento de personas, el más corrupto y devastador de la floresta. Nos atraen singularmente las hipérboles y los adjetivos. La guerra más larga o la paz más corta. ‘El más’ o ‘el peor’ son expresiones que de forma ciclotímica alimentamos. En cuanto a presidentes, no somos diferentes de la mayoría de sociedades, dadas a poner la banda aromatizada a quien llega y el dogal apretado al que se despide.
Ahí está usted. Tiene durante cerca de 1.500 días (con desvelos) la ocasión de ocuparse sin ensayo como bombero y presidente. Cortázar ilustraba que lo terrible de ponerse un reloj es que uno se vuelve esclavo de darle cuerda y mirar la hora. Es su tiempo, que cruzará el de 50 millones de personas (no de 10 millones de votos). De adulto ha alcanzado sueños prefigurados cuando niño. ¡Ahora tiene el desafío de ser grande!
GONZALO CASTELLANOS
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