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Otra bandera gringa en Venezuela

Es inaceptable que EE. UU. amenace o ponga en práctica acciones militares contra Venezuela.

Para ser francos, las tres banderas de barras y estrellas en ambos círculos polares, pasando por Panamá, las cuales un siglo atrás vaticinó el presidente Taft (un gringo que, como otros muy sonados en la actualidad, atribuía supremacía racial y moral a Estados Unidos), ya están izadas junto a millones más en el continente bajo la forma de un compacto modelo de dominación tecnológica y comercial o de implacable auditoría ideológica.
Poco que hacer ante tal evidencia, si bien es en su médula donde se plantea el dilema de Venezuela: ¿pueden los gringos meter su narizota? ¿En realidad deben seguir ensartándola por el mundo como si de ellos fuera por compra o rapacidad? ¿Le conviene a Colombia descuidar sus virus internos, hacer coro y dedicarse a pontificar de los del vecino? ¿Quién se lucra de esto?
Tal vez suene antiyanqui (en el mejor sentido sesentero) o cándidamente pacifista, pero desde todo punto de apreciación moral, política, histórica (o incluso histérica) es inaceptable que EE. UU. amenace o ponga en práctica acciones militares contra Venezuela. Consentir en esa desviación anacrónica, y aún peor si fuera con participación de Colombia, sería seguir agachando el alma, darle una patada por detrás a Heráclito para corroborar que SÍ nos bañamos dos veces en el mismo río y en el mismo fango. Equivaldría ello a mutilar la memoria de los intereses oscuros glaseados de altruismo de EE. UU. y sus heterogéneos aliados en el pasado de Guatemala, El Salvador, Nicaragua o Chile (ni qué decir Vietnam, Camboya o de los grandes espectáculos televisivos vistos en directo por la humanidad con todo y comerciales: las guerras contra Irak).
Aun así, descartando cualquier estrategia armada, creo que hay que presionar más, mucho más, desde el ajedrez político e internacional; no pueden dar vuelta EE. UU., Colombia y los países europeos y latinoamericanos que tras muchos años de silencio abrieron por fin la ventana para protestar contra el sistema criminal instaurado con claroscuros por Chávez y agudizado con el canibalismo de Maduro.
Cierto es que los gringos generalmente actúan consultando su chequera hegemónica o que Colombia tiene asuntos propios muy graves e irresolutos. Sin embargo, me parece que se equivocan los que exigen dejar a Venezuela a su suerte bajo una débil defensa de la autodeterminación.
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