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¡Gracias, Pastrana!

El expresidente representa esa voz que grita pero nadie encuentra útil atender.

Cada tanto, cuando el expresidente Andrés Pastrana reaparece con algún necio alboroto, viene a mi memoria 'El ruletista', un libro del escritor rumano Mircea Cartarescu. Aquel personaje literario es un vicioso del juego mortal de la ruleta rusa que, contra toda apuesta, siempre sobrevive.
Paradójicamente, durante la narración se descubre que al protagonista de la novela no es la fortuna la que lo mantiene en pie, en apariencia inmortal: sucede que desde la adolescencia es un suicida; sin embargo, tan determinado por el fracaso que, no obstante intentarlo una y otra vez, nunca logra, siquiera, que una bala en el revólver le proporcione satisfacción.
Esta es una obra sobre el fiasco, la imposibilidad, y tengo que admitir que la asociación no es política en rigor; es inocultablemente sicológica. Andrés Pastrana, cuando fue presidente, como cuando ha sido expresidente, representa en la mente de algunos, entre los que me cuento, un punto gris desteñido, la presencia del ruido, necedad, esa voz que grita pero nadie encuentra útil atender, el mentiroso pastorcito de la historieta. Palabras de las que la razón parece mutilada, sin bosquejo de serenidad. Cuando del expresidente se trata, esa asociación de la mente prefigura una empresa fallida, desmemoria, un pendenciero en tiempo de paz, el extraviado en épocas de guerra. No hay línea en el horizonte cuando retorna con la pretensión de rehacer un país al que parece no encontró.
El ruletista de la novela muere en medio de un atraco. Se comprueba luego que sin ninguna raspadura en el cuerpo. Simplemente lo aniquila un infarto producido por el miedo repentino. Incluso, se conoce que, como de forma persistente apostó contra sí mismo en la ruleta, acumuló dinero que no fue suficiente para hacerlo feliz. Si en literatura todo está al alcance, vale la pena creer que también es posible revolcar la vida política, que con mucha frecuencia se exhibe descuadernada, intoxicada.
Conjeturo, por lo tanto, que, pese a todo, trascendental ayuda podrá dar Pastrana a la historia por escribirse: acaso su mejor legado con la alianza electoral que ahora propone en carteles fluorescentes esté en hacer naufragar, con alguna impensada actuación, ese marchito manifiesto de la rabia que sintetiza el Centro Democrático, liderado por otro testarudo. Terquedad más terquedad debe sumar cero. ¡Vaya destino!
GONZALO CASTELLANOS
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