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Copetín hoy

Hace años 'Copetín' satirizaba con precisión de abandonado cuestiones ante las que se quedó corto.

Hace poco, un periodista de este diario escribió una significativa página a manera de antídoto contra el olvido al que quedaron reducidos el caricaturista Ernesto Franco y su Copetín, aquella tira cómica del gamín que le cantaba la tabla, como se debe (o como más se quiere, a madrazo limpio), a todo lo que indigna de los políticos y burócratas maleantes, de los huecos o la cochinada de la ciudad.
Vaya traspapelado pasado: concluyendo los sesenta, aprendía apenas a juntar letras y andaba resuelto a intercambiar lo mejor del desayuno con las hermanas mayores para que me leyeran 'Tarzán', 'El fantasma' o 'Roldán el Temerario'. 'Copetín' era de los preferidos; sin embargo, algo no andaba bien, pues este no era héroe y vivía en la calle escarbando canecas.

Pocas cosas cambiaron, amigo Copetín; los mismos se siguen limpiando el...; en fin, lo que usted decía, con esta ciudad y este país al que consideran caricatura pa’ risas.

Además, encarnaba a alguien (o algo, según se decía) con lo que a uno lo asustaban: un gamín, ese que pasó a llamarse indigente, luego desechable y hoy, con más postura de corrección que otra cosa, habitante de la calle. A la postre, la representación de un contingente de seres hambrientos y a nuestra vista desfigurados, que, en honor a la verdad, nos importan un pito, pues la generalizada premisa ciudadana (sobre todo en Bogotá, que fue el escenario de Copetín), no es otra que sálvese el que pueda.
Hace años Copetín satirizaba con precisión de abandonado cuestiones ante las que se quedó corto: siempre caía a algún hueco (hoy se habría desnucado en la excavación arqueológica capitalina); un energúmeno a mil por hora lo atropellaba en la vía o sobre el andén (como a una simple plasta, según rezongaba él); cosa usual, veía al juez, a encopetados señores del Palacio o el Capitolio sacándole la billetera a una anciana en muletas, y hasta se estremecía observando tanta gente embutida en ataúdes rodantes disfrazados de bus urbano. Pocas cosas cambiaron, amigo Copetín; los mismos se siguen limpiando el...; en fin, lo que usted decía, con esta ciudad y este país al que consideran caricatura pa’ risas.
Copetín ya no está en el periódico. Le sobrevive su creador artístico, Ernesto Franco, quien merece, antes de que toque decir que es tarde, algún premio vida y obra de las instancias culturales de la ciudad o el país (si se permite, queda postulado acá). La memoria colectiva, de la que tanto se hace discurso, pasa también por el rastro de la menuda cotidianidad que alguien dibujó.
GONZALO CASTELLANOS
Con esta sátira de los cachacos de entonces debutó Copetín en EL TIEMPO, el lunes 16 de abril de 1962.

Con esta sátira de los cachacos de entonces debutó Copetín en EL TIEMPO, el lunes 16 de abril de 1962.

Foto:Archivo / EL TIEMPO

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