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Un balance muy pobre

Los parlamentarios, ante la ausencia de una agenda, coparon el escenario con iniciativas flojas.

Termina la última legislatura del Congreso con un balance francamente pobre para el Gobierno. Recuerdo haberle insistido al Presidente varias veces, incluso desde antes de que tomara posesión del cargo, sobre la necesidad y conveniencia de tener una agenda legislativa con propósitos claros que pudiera ser impulsada en el primer año de gobierno, con el apoyo de una coalición sólida y comprometida.
Pero no. El Gobierno había comprado la peregrina idea de que gobernaría “en la calle” y no con el Congreso. Así fue como se perdieron los dos primeros años y se desperdició el importante capital político con el que contaban, sin que se hubiera tramitado ningún proyecto de trascendencia.
Se les fue el tiempo haciendo anuncios para la galería, como ocurrió con el tema de la reforma constitucional, para aprobar la cadena perpetua, que luego fue tumbada por la Corte Constitucional. Otros ejemplos son aquellos de la ley del veterano, o la de modernización de las TIC o los varios actos legislativos de un solo artículo relacionados con la lucha anticorrupción. Nunca se entendió su necesidad ni importancia, pues repetían normas vigentes, tal vez por eso todos naufragaron. De esta misma especie fueron la Ley 1998 de honores, la del conflicto de intereses, la de inhabilidades para condenados, la de rendición de cuentas de los congresistas, la de la Copa América y la del emprendimiento; así mismo, la denominada reactivarte, la de ‘antidoping’ o la del teletrabajo, la de moralización, otra de honores para víctimas del covid y la ley “sacúdete”. Todo se concentró, por supuesto, en las cuatro reformas tributarias en las cuales el Gobierno quemó todo su capital político.
Los parlamentarios, ante la ausencia de una agenda del Gobierno, coparon el escenario con centenares de iniciativas bastante flojas, innecesarias e inútiles. En total presentaron 2.739 proyectos. No es difícil imaginar las temáticas y la relevancia de los mismos. Solo entrado el tercer año se percataron del error y ahí sí se propusieron armar una coalición que garantizara mayorías, pero lo hicieron acudiendo a dosis monumentales de mermelada y, lo peor, permitiendo la intermediación del Congreso en la contratación estatal como jamás se había visto. ¿Qué tal lo que empieza a develarse en Planeación esta semana? Pero la desgracia fue que cuando lograron organizarse se dieron cuenta de que no tenían propósitos claros ni proyectos, y me temo que tampoco ya interés. Eso explica, en parte, que entraran en modo supervivencia hasta el final.
Todo el tiempo y desde estas notas hice llamados al Gobierno para abordar las grandes reformas que el país necesitaba. Muchas veces concerté personalmente los temas y el contenido de las iniciativas. Muy lamentable que todo quedara aplazado. Será al gobierno entrante al que corresponderá iniciar el trámite de las reformas de la justicia, del Inpec y el Código Penitenciario, de la Procuraduría, de la salud, las reformas laboral y pensional, una nueva, y esperemos estructural, reforma tributaria, reforma política y del Congreso, fiscal de entes territoriales, la reglamentación de las consultas previas, de los licenciamientos ambientales, de las CAR y tantas otras que sí son indispensables.
Qué paradoja. Ahora todas estas trascendentales materias serán abordadas con iniciativas del llamado progresismo y bajo su óptica. Todo por culpa de la incapacidad para llegar a acuerdos programáticos y sacarlos adelante en estos cuatro años que terminan.
Evidentemente el gobierno Petro no cometerá el mismo error y por eso desde ya conformó una aplanadora en el Congreso que tramitará el arsenal de proyectos que están preparando, pero ya las condiciones serán bien distintas, pues la composición y orientación ideológica del nuevo Congreso no será la misma.
Por lo visto, todos los sectores atendimos la invitación del presidente electo a conversar. En mi caso, el diálogo se centró en la futura reforma tributaria, en donde acordamos instalar una mesa de discusión que ojalá surta efectos. En igual sentido coincidimos en analizar las bases de una profunda reforma de la justicia. Me sorprendió gratamente que por el momento el único acto legislativo en que tienen interés es el de acabar la Procuraduría. Buena prueba para conocer la madera de este nuevo Congreso.
GERMÁN VARGAS LLERAS
(Lea todas las columnas de Germán Vargas Lleras en EL TIEMPO aquí).
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