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Qué campaña tan cochina

Se han transgredido las fronteras de la ética y de los valores. Se ha perdido todo escrúpulo.

En las últimas semanas la mayoría de mis colegas columnistas han comentado sobre sus intenciones y recomendaciones de voto. Con toda franqueza debo reconocer que no me siento motivado en absoluto para hacerlo ni creo que a estas alturas esto sirva para nada.
Desde un principio tomé la decisión de no participar activamente en la campaña presidencial. No intervine en las consultas ni en la 1.ª vuelta. Tampoco he acompañado ninguna candidatura porque no encuentro ningún aliciente en las propuestas ni en el enfoque que tienen sobre la gravísima problemática que heredarán, en particular en el frente económico y social. No veo margen de maniobra en materias tan críticas como el déficit fiscal, que, a diferencia de lo que sostiene la extenuante propaganda oficial, se incrementó en solo tres años de 3,1 como porcentaje del PIB al 7,1. Tampoco frente al endeudamiento interno y externo, que en igual forma se elevó del 46,8 al 60,8 por ciento, o del déficit fiscal, que recibieron en 30,3 billones y lo llevaron a 83,1 billones en 2021. Ni qué decir de las cifras de desempleo e inflación. Aterrador que con semejante diagnóstico solo escuchemos propuestas populistas de gasto y más gasto para todos los sectores, sin limitación alguna.
Todos los anuncios y promesas de las posibles reformas de la salud, de la Policía, del régimen pensional, del manejo del sector petrolero y minero, la reforma de la justicia, el régimen tributario, la reforma laboral, el de las relaciones exteriores me parecen no solo inapropiados, sino también irrealizables.
Ni qué decir de la forma como se tramitó este debate, signado por los odios, la rabia, el resentimiento y el miedo. Llegamos al punto de que lo importante no es votar por alguien o a favor de algo, sino en contra de todo. Nada bueno puede esperarse de este comportamiento social, y qué difícil será gobernar en estas condiciones.
Habiéndome sustraído de intervenir en esta refriega, sí debo confesar mi malestar por los agravios y las calumnias totalmente injustas que he recibido en redes y por parte de algunos periodistas en el curso de esta. Hace unos meses se regó la falsa afirmación de un ofrecimiento a mi señora de una eventual vicepresidencia, lo cual jamás existió.
Luego se especuló con un eventual lanzamiento mío, a propósito de una cuña que autoricé en el marco de la campaña para corporaciones públicas, y cuyo objeto era apoyar a los candidatos del partido en el que milito y que fue comidilla de toda clase de infundios. En los últimos días se han falseado mis cuentas personales en redes para divulgar mentiras en favor de uno y otro candidato. Qué abuso y qué falta de respeto. Para absoluta claridad, reitero que no me he reunido con el ingeniero Hernández desde cuando era alcalde de Bucaramanga. Desconozco las razones detrás del anuncio de que yo sería un buen mindefensa en su gobierno, lo que dio pie a que Petro comentara que Vargas sería un buen mindefensa, pero para hacer la guerra. ¿Qué tal? Por supuesto, el ingeniero tuvo que aclarar que ningún ofrecimiento me había hecho.
En otra cuenta falsa se divulgó que después de una larga reflexión y de mis reuniones con Gustavo, Roy y Prada anunciaría mi voto por el ingeniero. En otro mensaje simultáneo, también desde otra cuenta falsa, supuestamente dije que en las reuniones con Petro se me habían ofrecido ministerios, embajadas y otras prebendas a cambio de mi apoyo a esa candidatura. Nada de esto jamás ocurrió. No suscribí ningún pacto secreto sobre nada. En mi larga carrera política lo que he hecho es tomar decisiones, algunas arriesgadas, otras equivocadas seguramente, pero todas con honestidad y buena fe.
En esta campaña se han transgredido las fronteras de la ética y de los valores. Se ha perdido todo escrúpulo y consideración. Una porquería es lo que todos los días sale a la luz pública sobre denuncias y estrategias para enlodar a los oponentes y a quienes divulgan sus opiniones.
Y si así ha sido el comportamiento en campaña, no me quiero imaginar cómo actuarán estos mismos equipos, ahora desde el poder. No quiero ocultar que siento angustia y desilusión por el destino que nos espera. De todas formas, toca salir a cumplir con el deber de votar. Por lo menos que quede claro que valoramos y no estamos dispuestos a perder nuestra democracia. Qué pereza todo, ¿verdad?
GERMÁN VARGAS LLERAS
(Lea todas las columnas de Germán Vargas Lleras en EL TIEMPO aquí).
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