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Una paloma acosada

La paz, víctima de la ‘estrategia de las pirañas’, no se salva sola.

Gabriel Silva Luján
La paloma de Matador –icónico símbolo del actual proceso de paz– apareció ayer en estas páginas migrando para escapar del maltrato, cruzándose por el camino con otro migrante: un venezolano escapando de la barbarie y el genocidio de Maduro. Poderosa representación, llena de contenidos, sobre lo que está ocurriendo con el proceso de reconciliación en la era Duque. La paloma va a terminar yéndose porque la tienen acosada.
La iniciativa política frente a este delicado asunto parecería estar en manos de quienes nunca lo han respaldado. La ‘estrategia de las pirañas’ es la que han escogido esos opositores ante la inevitabilidad política, jurídica e institucional del proceso con las Farc. Ese feroz y carnívoro pez de la Amazonia ataca en cardúmenes, en los que cada uno de los peces le pega a su víctima un pequeño mordisco, aparentemente no mortal pero que al sumarse con los de los demás hacen que sucumba la presa.
Muerden los que arguyen que no hay con qué pagar la paz. Atacan los que se dedican a moverle el piso a la justicia transicional. Arremeten, por otro flanco, los que arrinconan penalmente a los propios líderes de la Farc con tecnicismos penales. Arrancan pedazos de músculo aquellos que se escandalizan hipócritamente con un homenaje al ‘Mono Jojoy’. Desgarran tendones los que arguyen la ilegitimidad jurídica internacional del proceso...
La paz, víctima de la ‘estrategia de las pirañas’, no se salva sola, como ha tratado de hacer hasta ahora. Sus pataleos y manotazos solo han enardecido el apetito de sus victimarios. La única manera de salvarla es que una mano fuerte la rescate de esas mortíferas aguas. Eso solo lo pueden hacer el Presidente de la República y la propia Farc, con un diálogo político renovado que haga de los compromisos mutuos un camino firme pero no una camisa de fuerza que impida el movimiento y la cual aprieten a su conveniencia quienes quieren asfixiar el proceso.
Afortunadamente, para mal de los enemigos y detractores de la paz, hay señales alentadoras de que Duque y la Farc mantienen la voluntad política de sacar adelante lo acordado e impedir un regreso a la guerra. En el discurso ante la Asamblea de las Naciones Unidas –cuando se esperaba que marginalizara el tema de la paz para dedicarse a la lucha contra los cultivos ilícitos y la crisis en Venezuela–, el jefe del Estado le dio al proceso con las Farc un papel incluso más protagónico.
El vehemente mensaje de Duque en defensa de la paz no parecería orquestado para quedar bien ante la comunidad diplomática global. Desde la más alta tribuna política internacional, les notificó a las pirañas criollas que no va a dejar que acaben con la paz. Al país y a su propio partido les hizo saber con claridad que llevar los acuerdos con las Farc a un final feliz es un propósito nacional y que él lo entiende como una de las bases decisivas de un pacto nacional capaz de unir el país.
La Farc, por su parte, ha enviado mensajes en un lenguaje que no entienden o no quieren entender muchos líderes de opinión. Dichas señales, si se leen correctamente, se pueden interpretar como un compromiso con el proceso y los acuerdos. Por ejemplo, ir a golpear a las puertas de la CIDH buscando protección es pedirle a la comunidad internacional que intervenga más decisivamente en la defensa del proceso de reconciliación. Las supuestas evasiones de líderes del ‘partido Farc’ y el abandono de la jurisdicción de la JEP los han exagerado quienes quieren revalidar sus cansadas posiciones contra los acuerdos. A la Farc le corresponde no seguir dándoles papaya.
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GABRIEL SILVA LUJÁN
Gabriel Silva Luján
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