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Las logias intolerantes

Sus miembros son capaces de amalgamarse silenciosamente para impulsar o vetar instituciones.

Gabriel Silva Luján
Todo el mundo sabe que existen las logias secretas, pero a la que ninguno de sus asociados aceptaría públicamente pertenecer. Ellos saben muy bien que allí radica su fuerza. Sus miembros son capaces de amalgamarse silenciosamente para impulsar o vetar instituciones, organizaciones rivales y –ante todo– mascarones de proa del poder político.
Estas fraternidades, en todo el mundo, someten a los aspirantes a duras pruebas que, a juicio de sus sabios, confirman la fuerza de su vocación. Me tocó comer lombrices, comprar sostenes en almacenes de ropa íntima femenina bajo la tutela del loco Mallarino, hablar solo por la calle como si estuviera chiflado... para que me recibieran en las fraternidades de mi juventud. De adulto, me buscaron otras sociedades de este tipo. Afortunadamente, no el Opus Dei, en la que estoy seguro jamás me hubieran admitido, muy posiblemente vetado por el Embajador Designado ‘cum’ Fiscal Moral y Espiritual de Colombia y América, Alejandro Ordóñez.
El presidente Duque es perseguido no solo por una, sino por dos cofradías. Enfrenta un problema político y de gobernabilidad creado por las dos sectas más poderosas del país. Los iniciados de su propia logia, los seguidores vehementes del ‘Gran Maestre’, están cada vez más en desacuerdo y en abierta rebelión contra quien se crió para presidente de la república en su propia casa. Las supuestas desviaciones del dogma, el cambio en los ritos y el uso de símbolos paganos, metiéndose a cambiar la doctrina, aun en los temas sagrados que obsesionan a esta secta, han despertado un silencioso –pero eficaz– amalgamiento obstruccionista. De ellos se hubiera esperado un alineamiento firme e incondicional con sus iniciativas. No ha sido así. Quieren verlo sometido. Y no se está dejando.
Del otro lado, la fraternidad de los del centroizquierda –enardecida con los aparentes triunfos políticos y parlamentarios contra el uribismo– quiere someter también a Duque a un rito de iniciación peor a los que usa la Fraternitas Sacerdotalis Sancti Pii X, fundada por Marcel Lefevbre, o los que me aplicaban mis logias de adolescente. Quieren que coma lombrices y se tienda bocabajo en el piso de la catedral.
La arrogancia posreferéndum de la izquierda es tan irresponsable como la intransigencia de los furibistas. No quieren aceptar que Duque ha demostrado –una y otra vez– que es capaz de desafiar a sus progenitores partidistas. Sus herejías –que han beneficiado al país– han creado un cisma que se nota cada vez más en su partido, y que confirma que el espíritu del jefe del Estado está genuinamente comprometido con buscar la unidad nacional y cerrar la brecha que dividió al país en estos últimos dieciséis años. La izquierda, en su vanidad, ya se cree triunfadora en el 2022, por lo que los maestros de ese lado –Petro, Robledo, Claudia...– mantienen cerradas las puertas de la cofradía del centro del espectro político, a pesar de que es evidente que Duque quisiera construir su proyecto nacional contando con ellos. Todos los días se inventan una prueba más, un desafío más, una exigencia más, para probar si el primer mandatario es digno de entrar en esa casa.
Esa actitud es irresponsable de la izquierda por cuanto si la gobernabilidad se reduce por la derecha y, al mismo tiempo, no se le abre el otro flanco, Duque se verá forzado a retornar como el hijo prodigo. Paradójicamente, en manos de la izquierda está la decisión de dejar atrás la polarización.
Dictum. Quienes se rasgan las vestiduras por la visita de Trump a Colombia anteponen sus odios y sus sesgos al interés nacional. Colombia necesita más, no menos aliados.
GABRIEL SILVA LUJÁN
Gabriel Silva Luján
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