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Extrema seducción

Ahora resulta que los extremos, responsables de la polarización, ahora sí están abiertos a alianzas.

Gabriel Silva Luján
A esta edad sería un poco risible que uno se pusiera a dar cátedra sobre las artes de la seducción. Sin embargo, a esta edad, con la inocencia perdida, es cuando ya se ha aprendido a distinguir aquellas insinuaciones y engaños que diferencian la simple seducción del verdadero amor. Las abuelas de antes advertían a sus hijas que tuvieran cuidado con esos hombres que solo quieren eso, que no tienen intenciones serias. Los consejos de esas abuelas sabias los deberían oír cuidadosamente los presidenciables que aspiran a ser ese candidato que aglutine el ‘centro’.
En el curso de la semana pasada se aceleraron los pronunciamientos, los diálogos y los hilos de Twitter con el tema de las coaliciones para el 2022. Y en medio de esa cacofonía sobre el asunto se detecta un sensible cambio de actitud. Ahora resulta que los extremos, responsables de la polarización, que no han hecho sino comportarse como la antítesis del diálogo, la convergencia, el pragmatismo y la moderación, andan diciendo a diestra y siniestra (en el sentido literal de la expresión) que efectivamente –ahora sí– están más que abiertos a buscar alianzas con sectores y aspirantes que quieran construir una coalición de centro.
El caudillo del Centro Democrático, por ejemplo, en entrevista con este diario, les hacía carantoñas insinuantes a los candidatos del centro. Aduce que está obligado a ello porque su liderazgo se ha visto disminuido por el daño moral que se le ha hecho a su honorabilidad con el intento de la justicia de cumplir con su obligación institucional. Es decir, leído entre líneas, quiere decirnos que necesita aliados y alianzas porque solito no le va a alcanzar para mantenerse en el poder en el 2022. A su desprestigio personal, Uribe le suma el poco rédito electoral que el uribismo anticipa recibir de la gestión del presidente Duque como una razón adicional para buscar potenciales candidatos más allá del perímetro de su partido.
En ambos puntos tiene razón, y uno se imaginaría que Uribe por fin ha entrado en razón y abandona así sus pretensiones hegemónicas sobre la política colombiana. Mucho me temo que realmente lo que se esconde detrás de esa sinceridad aparente, ese llamado de auxilio, ese acto de contrición no es más que un esfuerzo de seducción hacia los candidatos del centro. Aspira a que de pronto un puñado de ellos se rindan a sus deseos, atraídos por ese batir de pestañas.
Desafortunadamente, no se puede descartar que algunos sean tan ingenuos de morder la tentadora manzana envenenada. No faltarán los que crean, deslumbrados, que en vez de tener que recorrer el tortuoso camino de construir una coalición centrista, la vía más expedita hacia su viabilidad electoral sea echarse al bolsillo la votación del Centro Democrático. Ingenuidad. Una vez enredados en una alianza con la extrema derecha descubrirán que no son más que bobos útiles del uribismo, cuyo verdadero objetivo es horadar las posibilidades de victoria de una opción de ‘centro’, su verdadero enemigo.
Y si por la derecha los intentos de seducción no faltan, tampoco son escasos los gestos de Petro y sus aliados con los mismos perversos propósitos. Con camuflaje de pluralismo, los amigos de Colombia Humana buscan erosionar el ‘centro’ desde el otro flanco. Quienes creen que Petro se plegará lealmente a una coalición centrista están muy equivocados. Ya lo ha demostrado. No cumple los pactos. Si el ‘centro’ quiere surgir como opción real, pues ni con Dios ni con el diablo.
Dictum. Traición a la patria es más bien romper el carácter bipartidista de la política bilateral con EE. UU. y crearle vulnerabilidades peligrosas al país. Y no es cierto que el expresidente Santos buscó y habló con Anthony Blinken, como lo afirma María Isabel Rueda en su columna.
GABRIEL SILVA LUJÁN
Gabriel Silva Luján
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