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El secreto de la victoria

Cuántos Nairos, James, Falcaos, Caterines Ibargüen perdimos a manos del conflicto. No más.

Gabriel Silva Luján
Qué inmenso orgullo patrio nos dan las hazañas alcanzadas por nuestros conciudadanos ciclistas en la Vuelta a España. Que Nairo Quintana hubiera alcanzado la victoria en esa prueba y que Esteban Chaves también llegara al podio es motivo de inmensa alegría. A lo de este domingo hay que sumarle el mejor desempeño olímpico en la historia de nuestro país en Brasil 2016.
Pasada la euforia de las trasmisiones, y confieso que en temas de ciclismo prefiero la radio a la televisión, se vuelve importante preguntarse por qué hemos tenido una racha consistente –desde hace una década– de resultados cada vez más exitosos en todos los frentes deportivos. Siempre existirán las anécdotas y los análisis de la coyuntura. El resultado final –como en cualquier batalla– tiene mucho que ver con la habilidad estratégica y táctica en el momento mismo del combate.
Las discusiones cotidianas se centran en lo que hizo bien o mal un deportista, qué pasó con el entrenador, con el comportamiento del público, con la calidad del escenario o del estadio, en fin, muchas variables que, sin duda, inciden en el resultado inmediato.
La victoria tiene muchos dueños, quizás demasiados. No es si- no llegar a la cima y todos quieren pegarle un tarascazo a la presea de oro o beber en la copa del triunfo. A la derrota le aparecen todos los detractores; al triunfo le surgen incontables dueños. Eso es ineludible y humano. A pesar de eso, la verdad es que la mejoría consistente en el desempeño deportivo del país es un indicador cualitativo muy significativo sobre algunas cosas que Colombia viene haciendo bien.
Por definición, en el deporte no existen ‘shortcuts’. Un deportista de alto rendimiento no nace, se hace. Sin duda, la genética tiene que ver, pero es la disciplina lo que hace la diferencia. Que en el cuerpito de Nairo quepa tanta grandeza es por su voluntad, por su persistencia, por su férrea disciplina. Y porque se educó y comió bien. El azar tiene más bien poco que ver con el resultado.
Esta cosecha de éxitos empieza con estrategias de largo plazo para la niñez. Poco tienen que ver con las burocracias deportivas. Suena exótico, pero Nairo es hijo de Virgilio Barco. Y de la enorme inversión que ha hecho Colombia en educación –en la que, sin duda, falta mucho–, pero que a pesar de sus deficiencias ha cambiado la vida de nuestros niños. Cuando en el gobierno Barco se decidió lanzar el programa de Madres Comunitarias para hacer universal el cuidado y la alimentación de los niños en edad preescolar, se cambió el país del futuro. El que estamos cosechando hoy.
Ahora el programa de Cero a Siempre, impulsado por la primera dama, María Clemencia de Santos, está construyendo la siguiente generación de Nairos, de Einsteins, de genios, de innovadores. La lección de Nairo, de Chaves, de Atapuma, de James, de la Selección y de todo nuestro equipo olímpico es contundente. Concebir políticas de cambio social consistentes en el largo plazo y sostener esa disciplina estratégica hacen toda la diferencia. Eso es válido para todos los frentes de la acción del Estado, pero particularmente en los temas sociales.
Es en ese contexto en el que la paz abre una posibilidad histórica, en el que podemos criar esa siguiente generación de triunfadores. La primera condición para que la juventud sea el motor del país es que nuestros niños no sean las víctimas de la guerra. Cuántos Nairos, James, Falcaos, profesores, matemáticos, científicos, Garcías Márquez, Caterines Ibargüen perdimos a manos del conflicto. No más.
Dictum. Solo en el amor por el otro –sin ataduras, reservas o restricciones– pueden florecer la felicidad y la vida.
GABRIEL SILVA LUJÁN
Gabriel Silva Luján
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