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El premio gordo

Oposición va a estar bajo el efecto de esteroides, lo que la debería llevar a ser más responsable.

Hay circunstancias en las que se da una confluencia de factores que convierten un momento –en la vida personal y la colectiva– en algo parecido al alineamiento de los astros. Sin duda, y mucho ya se ha escrito al respecto, eso ocurrió en las parlamentarias y la segunda vuelta de las elecciones presidenciales recientes. Además de ser las de mayor participación, diversidad y renovación política en nuestra historia, terminamos con un país en el que la mitad de los votos están en manos del uribismo –en buena medida por el miedo a la entelequia del ‘castro-chavismo criollo’– y la otra mitad, con Petro, el voto en blanco y los alternativos.
Hoy en día, Petro se ufana de sus ocho millones de votos. Los cacarea a diestra y siniestra a pesar de que todos sabemos que la mayoría no son suyos. Con un decoroso candidato de centro, nunca hubiera llegado donde llegó. Los votos de Colombia Humana en la segunda vuelta no tienen dueño.
Quienes obtienen la victoria y quienes muerden el polvo tienen la obligación de asumir sus responsabilidades de gobierno y de oposición dentro de un compromiso superior con la defensa del Estado, las instituciones, el interés nacional, los derechos fundamentales y la Constitución Política. Petro muestra poca comprensión de estas obligaciones superiores y avanza cada día en un comportamiento opositor que empieza a teñirse de actitudes insurreccionales frente al orden social y político.
La expectativa de una oposición leal –en lo esencial– fue lo que llevó al presidente Santos y al Congreso de la República a poner en marcha el Estatuto, que les entrega a los opositores, por primera vez, un régimen codificado que ofrece garantías inéditas en nuestra historia. Con esta norma, la oposición va a estar bajo el efecto de esteroides, lo que la debería llevar a ser más responsable. Además, son varias las razones prácticas, políticas y electorales que deberían inducir a comportamientos más serios y rigurosos.
Petro, claramente, aspira a derrotar al uribismo en el 2022. De mantener la actitud pugnaz e insurreccional que viene anunciando, eso no será más que una vanidad quemada en la hoguera de su terquedad y su ego. ¿Por qué? Muy sencillo. El resultado de su campaña fue una lotería producto de las circunstancias políticas creadas por el colapso del centro ante la derrota de Fajardo. A partir de allí empezó la guerra por ganarse a los moderados, los antiuribistas, los amigos de la paz... Colombia Humana se puso la piel de oveja y casi lo logra. Ahora, Petro regresa a sus orígenes contestatarios con la oposición anticipada a Duque, a un gobierno que ni siquiera se ha iniciado.
Petro se volvió predecible en su antagonismo y, por el camino, va a empujar el centro del espectro político hacia el uribismo, dado que el presidente electo ha logrado mostrarse mucho menos propenso al revanchismo, el extremismo y la polarización, de lo que presumían los moderados. El petrismo, con su comportamiento, va a volver a donde empezó. Va a regresar a ser una oposición que produce miedo, no esperanza.
Petro se comporta como el nuevo rico del barrio. Se ganó la lotería, y, como les pasa a la inmensa mayoría de quienes se ganan el premio gordo, se gasta su capital en lo que no es. Esos ocho millones de votos son efímeros. Se van a esfumar rápidamente en parrandas proselitistas, fiestas fatuas y movilizaciones socialmente perturbadoras.
Dictum. Chiribiquete, logro histórico en la conservación de la diversidad. Pero hay que ir río arriba hasta los Andes y el Macizo Colombiano. Allá nacen, realmente, ese parque, sus aguas y los caminos del jaguar.
GABRIEL SILVA LUJÁN
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