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El otro Santos

Un creciente número de colombianos aprecian de manera positiva los resultados de Santos.

Gabriel Silva Luján
Gracias a la campaña de ataques del uribismo al gobierno Santos, muy eficaz en las redes sociales y en algunos sectores de la población como es el caso de los ganaderos, las iglesias evangélicas y la derecha, la imagen del primer mandatario sufrió un menoscabo indudable. Pero no hay mal que dure cien años. Ahora se observa –en las más recientes encuestas– una mejoría importante en la aceptación de la gestión de Santos, acompañada de un descenso pronunciado de la favorabilidad del expresidente Uribe.
Eso no es casualidad. Hoy, un creciente número de colombianos aprecian de manera positiva los resultados de los dos periodos de Santos. El origen de ese cambio de actitud ciudadana, que seguirá en ascenso, es que la gente está descubriendo que Santos consiguió los logros que otros presidentes intentaron fallidamente.
El Santos que dibuja el uribismo –con una obsesividad patológica y preñada de intereses mezquinos– no tiene nada que ver con el verdadero hombre de Estado que ha sido el actual mandatario. Ha sido un líder discreto, sin mesianismo o caudillismo, altamente eficaz para darles solución a los problemas de la Nación.
Haber terminado el conflicto armado con las Farc es un logro trascendental. La mitad del país se encontraba bajo la soberanía violenta de esa guerrilla. Cientos de miles de hombres y mujeres fueron esclavizados, asesinados, desplazados y mutilados en el conflicto. Claro que desde el curubito es difícil apreciar el sufrimiento de nuestros compatriotas del campo y el alivio que hoy sienten por el silenciamiento de los fusiles y la desactivación de las minas antipersonales. Como dicen los generales de la República: la paz es la victoria.
En términos sociales, el programa de vivienda gratis ha sido una revolución que ha sacado a miles de familias de la desesperanza y la miseria. El avance de la formalización laboral ha incorporado millones de trabajadores colombianos a la economía real. La pobreza ha disminuido sensiblemente y los sectores de ingreso medio son hoy el doble de lo que eran hace ocho años. La reparación de las victimas ha llevado justicia y apoyo a millones de desplazados...
La herencia de infraestructura que deja Santos con el programa de vías, conocido como 4G, es un salto de ‘quantum’ en productividad. Muchos antioqueños –a pesar de su ingratitud para con el presidente– saben que ni en los mejores tiempos de Álvaro Uribe el departamento había tenido niveles de inversión tan significativos en este campo. Para no hablar del ‘boom’ de Barranquilla, la expansión portuaria en Cartagena y Buenaventura, la reactivación de Cali y de tantos pueblos que se han beneficiado de la forma ordenada y eficaz con la que este gobierno se aproximó al desarrollo de la infraestructura.
El manejo responsable y serio de la crisis económica generada por el desplome global de los precios del petróleo, incluso tomando decisiones impopulares pero indispensables como la reforma tributaria, nos ha permitido capotear el temporal. Colombia tiene uno de los mejores desempeños de la región en circunstancias muy desafiantes. No en vano se recupera la confianza, y la inversión extranjera mantiene su dinamismo. Incluso, el sector industrial ha retomado la senda del crecimiento.
Sin dejar de reconocer que hay muchos problemas aún pendientes, con el paso del tiempo la inmensa mayoría de los colombianos entenderemos la dimensión histórica de todo lo que hizo Santos. Él, sin duda, entrará por la puerta grande a esa corta lista de los mandatarios excepcionales que, a veces, ha tenido el país.
Dictum. Colombia no se puede dar el lujo de continuar con una ley de garantías electorales que paraliza al Estado.
GABRIEL SILVA LUJÁN
Gabriel Silva Luján
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