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El nuevo ‘gran garrote’

Proteccionismo y unilateralismo de Trump han más que fracturado el sistema multilateral de comercio.

En una columna de febrero del 2015 decíamos: “El comercio exterior se está volviendo un escenario donde, ante todo, se despliegan las rivalidades y aspiraciones geopolíticas... el comercio es un alfil poderoso en la guerra por la preeminencia regional y mundial. El comercio mundial está siendo jalonado más por los designios de los Estados que por las fuerzas del mercado”. Si por esos días dicho escenario era apenas una tendencia que se vislumbraba en el horizonte, hoy es una realidad ineludible.
Según ‘The New York Times’ de ayer, “(La política de Trump) se ha tornado cada vez más agresiva, culminando en una visión ampliada de la seguridad nacional que ha sumido a los Estados Unidos en una guerra económica con prácticamente todos sus socios comerciales, incluyendo a los aliados de vieja data”.
Solo basta mirar la cadena de hechos que han caracterizado la situación mundial y las políticas de comercio exterior en los últimos meses para concluir que, efectivamente, los Estados Unidos han desertado del orden liberal que ellos mismos construyeron y comandaron después de la Segunda Guerra Mundial. El ideal de la prosperidad colectiva mediante la expansión consistente de la globalización económica ha sido reemplazado por una visión proteccionista con raíces mercantilistas y nacionalistas.
El comercio internacional –concebido como una poderosa palanca para el crecimiento económico mundial– se transforma ahora en un campo de batalla y en arma poderosa para buscar otros objetivos totalmente distintos y alejados de su propósito original. El proteccionismo y el unilateralismo de Trump han más que resquebrajado el sistema multilateral de comercio. De hecho, el sistema de la OMC en la práctica ha colapsado.
La utilización del acceso al mercado y de los aranceles como armas para chantajear e imponer otros objetivos –no comerciales– de política exterior o para buscar dividendos electorales domésticos está en ascenso. Dicha aproximación quedó patéticamente ilustrada en la amenaza de Trump de castigar a México con un incremento arancelario si no se “comporta” en asuntos migratorios. México, al cederle a Trump, encumbra y perpetúa el poder del unilateralismo y el uso de herramientas comerciales para fines geopolíticos.
Algunos analistas esgrimen la idea de que esta situación es pasajera, que Trump entrará en razón o que no va a ser reelegido. Eso es pensar con el deseo. Es un axioma de la geopolítica que, en todos los asuntos vitales, el rival siempre buscará equipararse con su contrincante asumiendo las mismas estrategias, tácticas y herramientas de combate. El proteccionismo y el unilateralismo se han tomado otros importantes actores globales.
Las políticas impuestas por Trump se están diseminando y emulando globalmente, incluso han sido adoptadas de manera recalcitrante por varios países que no ven otra opción que comportarse de igual manera. Esto quiere decir que el neomercantilismo está cambiando esencial y estructuralmente la economía mundial. No hay que hacerse ilusiones de que la tormenta será pasajera.
Las transformaciones observadas deben tener consecuencias en la forma en que Colombia aproxima el escenario internacional y en la modalidad de inserción económica global que adoptemos. Aquellos que se queden, por convicción o por ingenuidad, defendiendo el orden que está desmoronándose van a ser los perdedores en esta transición global. Colombia no puede ser el último de los creyentes en el paradigma liberal de la posguerra y seguir –con los dedos cruzados– aferrándose a la esperanza de que si pasa agachado de pronto se salva.
‘Dictum’. “Fue una medida terrible y desastrosa para Colombia aumentar el salario mínimo sobre la productividad”. Christopher Pissarides, premio nobel de economía 2010. Tiene razón. El desempleo está disparado. ¿Quién responde?
GABRIEL SILVA LUJÁN
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