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Romper el miedo

Se necesita menos miedo para romper esquemas que atan la sociedad a sus más arraigados prejuicios.

El caso de Rosa Parks marcó un hito histórico en la historia de los Estados Unidos. Con ella se comenzaron a desmontar las políticas segregacionistas y se inició un movimiento de derechos sociales para la comunidad afrodescendiente en Norteamérica. Rosa fue arrestada en Montgomery, Alabama, en 1955, después de haberse sentado en una de las sillas del bus reservadas para los blancos. Un año después, la Corte Suprema le dio la razón y a partir de ese momento inició un largo camino hacia la lucha contra el racismo.
Difícilmente se podría extender la importancia de este caso al contexto colombiano. Sin embargo, la respuesta que ella dio al preguntársele por qué lo había hecho llama mucho la atención. Estaba cansada de ser discriminada, pero, sobre todo, estaba cansada de tener miedo. Ese miedo es el que nos hace verdaderamente esclavos. Para vencer el temor, Rosa tuvo que hacer gala de una inmensa valentía. La emancipación de un sistema injusto le exigió un acto heroico, pero, sobre todo, desafiar una narrativa de odio. Es acá donde estimo que existan similitudes entre el ejemplo de Rosa Parks y nuestra actual coyuntura.
Nuestro país ha sido víctima del miedo. La guerra y la violencia moldearon el discurso político durante décadas. Se fomentó una falsa dicotomía entre amigos y enemigos, reduciendo la democracia a los intereses de aquellos que abanderaron el lenguaje de la seguridad y el peligro de la muerte. Con esto se han visto opacadas las voces y los derechos de los que no comulgan con las posiciones ideológicas de cualquier extremo. Justamente, el verdadero peligro de forjar discursos y plataformas políticas basadas en una narrativa del miedo es que fácilmente se puede caer en una profunda polarización. Una como la que estamos viviendo hoy en día. Pululan entonces los discursos populistas y líderes tóxicos que atesoran el fanatismo como su moneda de cambio.
Resulta necesario romper el miedo. Como sociedad urge quebrar esa dinámica binaria de buenos y malos, izquierdas y derechas. Ese juego deja sin voz y, por ende, sin derechos, a todos los que no juran irrestrictas y extremas lealtades con los discursos polarizadores; esos dogmas del odio. Una sociedad atemorizada está más cerca que nunca de los modelos autoritarios. Poco a poco se erigen estructuras políticas complejas que aprenden a manipular esos temores subconscientes de los ciudadanos. En un ejercicio de milimétrica comunicación, sintetizan en algunos caracteres mensajes cargados de prejuicios que alimentan dichos miedos. Ahí es donde peligra la democracia.
La buena noticia es que, así como Rosa Parks se cansó del miedo y de las narrativas sociales de odio, en Colombia también nos estamos cansando de ese populismo tóxico del que hemos sido objeto durante años. Ya desde hace un tiempo vienen cogiendo fuerza las voces independientes. Aquellas que ven en los problemas sociales y económicos de nuestro país el principal reto que debemos superar. Nuevos liderazgos que le apuestan al desmonte de las maquinarias y que entienden las necesidades ciudadanas. Quizás, un acelerador de este proceso ha sido la crisis del covid-19. Colombia despertará. Ya no es un país en guerra exclusivamente, sino uno con el desempleo disparado, la informalidad rebosante y una economía hecha a pedazos. En esos momentos es cuando más solidaridad y menos odio se necesitan. Menos discursos sesgados ideológicamente y más procesos colaborativos y solidarios. Menos miedo y más valentía para romper los esquemas que atan a la sociedad a sus más arraigados prejuicios.
Por ejemplo, eso que llaman tibieza, entonces, no es sino el estigma que han promovido aquellos que viven de una retórica basada en el miedo. Y la promueven, justamente, para evitar que una nueva generación, basada en los consensos y no en la polarización pueda surgir. Paradójicamente, a los que viven del temor les asusta que surjan nuevas formas de hacer política.
Ojalá que en el 2022 aprendamos de la valentía que Rosa Parks demostró en su época para romper con las cadenas del miedo. De ello dependerá la renovación social que tanto se espera y que deberá fundarse sobre un verdadero centro ideológico, uno que sea capaz de romper esquemas como el que se pensaba infranqueable en un simple bus de Montgomery, Alabama.
Ñapa: La solidaridad con el Presidente y su satisfactoria gestión para el manejo de la crisis no es patente de corso para que se olvide la importancia del ejercicio del control político. Es inaceptable que solo en la última semana hayan vuelto a aparecer los fantasmas de las chuzadas, o que se pretenda hacer trizas los acuerdos de paz, así sea para financiar la imagen del Presidente de la República.
GABRIEL CIFUENTES GHIDINI
En Twitter: @gabocifuentes
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