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¿Hasta cuándo, presidente Duque?

Colombia requiere un líder que nos una. Necesitamos vencer las narrativas de odio y polarización.

Si bien esta columna tratará un tema distinto, no puedo evitar pronunciarme sobre el lamentable video enviado por ‘Iván Márquez’ y su camarilla de disidentes. Como colombiano, pero sobre todo como fiel creyente del proceso de paz, confieso haber sentido una profunda desolación y un inmenso rechazo frente a dichas declaraciones. Estas no representan sino un egoísmo y una irresponsabilidad social profunda que refleja el bajo nivel de compromiso de algunos líderes de las extintas Farc frente a los acuerdos que ellos mismos firmaron. También son la demostración de la visión anacrónica y dañina con la que algunos pretenden impulsar cambios sociales y políticos.
Tampoco justifico los llamados a la guerra de quienes, aprovechando esta situación, han convocado a la ciudadanía para que nos enterremos nuevamente en medio siglo de violencia. Arropados por el discurso belicista, muchos quieren minar los avances que el país ha logrado hasta el momento; desconocer el derecho a soñar en un país sin guerra, sin desaparecidos; un país que sepa la verdad y pueda sanar sus heridas. No apoyo los cantos de lucha de aquellos que se alimentan de la violencia para esconder la dolorosa verdad que representa haber sido verbo y sustantivo del conflicto armado.
Es triste pensar que con estos hechos y reacciones lo único que estamos logrando es retroceder y volver a imponer una agenda pública que se debata entre la paz y la guerra, cuando los problemas que aún persisten en nuestro país, y que son la verdadera causa de las injusticias sociales, quedan irresueltos. Será difícil que los próximos alcaldes, gobernadores e, incluso, el próximo presidente hablen de empleo, educación, medioambiente, política social y desarrollo económico. Si aún es posible esperar algo distinto, hago votos para que los colombianos no caigamos en los cantos de sirenas de quienes prometen vencer la violencia con más violencia.

No podemos seguir perdiendo el tiempo defendiendo las salidas en falso del ministro de Defensa o a los generales que se han visto envueltos en sendos escándalos de corrupción

Podría seguir en esta catarsis, pero prefiero hacerle un llamado a nuestro Presidente. En estos momentos, Colombia requiere un líder que nos una. Necesitamos vencer las narrativas de odio y polarización. Hoy el pueblo está con usted, y confiamos en que se destinarán todos los esfuerzos para superar esta crisis, pero también esperamos que de manera decidida apoye la implementación de los acuerdos. Hago este llamado para que respalde a los que de buena fe han dejado las armas, para que abrace a las víctimas y por fin enderece sus esfuerzos para que se reconozcan plenamente sus derechos.
Invito también al Presidente, y quizás a esto se refiere el título de mi columna, a que aproveche esta coyuntura, para evaluar lo que está sucediendo en el interior de las Fuerzas Militares. En momentos en los cuales se vienen enormes retos de seguridad pública y seguridad nacional, no podemos seguir perdiendo el tiempo defendiendo las salidas en falso del ministro de Defensa o a los generales que se han visto envueltos en sendos escándalos de corrupción, posibles ‘falsos positivos’ e interceptaciones ilegales.
Nuestras Fuerzas Armadas cuentan con un gran apoyo popular. Son quizás una de las instituciones más reconocidas y apreciadas por los colombianos. No permita que se mancille la honra de militares que nada tienen que ver con esas conductas de dudosa legalidad. Y es que mientras aquellos que les están haciendo tanto daño a las Fuerzas Militares sigan atornillados a sus puestos, no solo seguiremos perdiendo el tiempo y recursos en defensas, que bien podrían hacerse separándolos de la institución, también estamos perdiendo el foco de cuáles deberían ser las prioridades de la Fuerza Pública.
Nunca antes en la historia reciente habían confluido tantos retos en materia de seguridad pública e, incluso, de seguridad nacional. La cifra de líderes asesinados (y no nos engañemos: estos atentados se han tornado sistemáticos) está disparada; los atentados a candidatos a alcaldías y gobernaciones, que parecían ser un fantasma del pasado, han recobrado fuerzas; si bien los cultivos no han seguido aumentando, tenemos carteles y grupos armados que intimidan a la población y ponen en jaque la seguridad rural; Nicolás Maduro ha decidido desplegar sus fuerzas en la frontera, y si bien esa jugada puede ser entendida como una movida política frente a su propia debilidad interna, no debe ser subestimada. En fin, Presidente, como comandante en jefe de nuestras Fuerzas Militares, usted debería poder contar con funcionarios que no gasten la mitad de su tiempo defendiéndose de graves acusaciones. Por el contrario, usted necesita funcionarios totalmente comprometidos con lo que realmente afecta nuestra seguridad.
Es entendible y loable que desde el primer día usted haya asumido como dogma no modificar su gabinete (y de paso darle estabilidad a la cúpula militar). Pero no es signo de debilidad, sino, por el contrario, de gran liderazgo y altura reconocer cuándo hay un problema y tomar las acciones necesarias para enmendar los errores.
Por el bien de la seguridad nacional, por el bien del honor de nuestras Fuerzas Militares, por el bien de los que se verán más afectados por las posibles nuevas olas de violencia, atienda este llamado. Es hora de hacer cambios, Presidente.
* Doctor en Derecho Penal, Universitá degli Studi di Roma. MPA, Harvard University. LLM, New York University. Máster en Derecho, Universidad de los Andes.
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