¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo baxulaft@gmai.com no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

Cómo se fabrican las brechas sociales

Las brechas se inician en la primera infancia, como lo han demostrado numerosos estudios.

Francisco Cajiao
Las últimas pruebas del Icfes mostraron que las brechas entre la educación privada y la pública, así como entre la urbana y la rural, aumentaron después de la pandemia. El Dane, en la encuesta de pobreza multidimensional, precisó el indicador de “inasistencia escolar”, para captar el daño ocasionado por la no presencialidad, ya que la simple formalidad de la matrícula no asegura que se esté recibiendo buena educación.
(También le puede interesar: El tiempo de los demagogos)
Aunque la intención del Dane era cuantificar el daño causado por la pandemia, también se constata el impacto de lo que viene ocurriendo históricamente en el país. Los niños más pobres y de las regiones más alejadas matriculados en la educación pública asisten mucho menos tiempo a la escuela que quienes pueden asistir a la educación privada y que quienes tienen acceso a otras opciones propias de núcleos urbanos.
Las brechas se inician en la primera infancia, como lo han demostrado numerosos estudios. Portugal, en quince años, pasó de los niveles más bajos en las pruebas Pisa a estar por encima de la media de la Ocde, apostando específicamente a la primera infancia (de 0 a 6 años), con guardería gratuita por dos años y educación formal de las madres. Entre nosotros, la vida se inicia en la desigualdad, con pocas oportunidades de cuidado adecuado para los niños y grandes diferencias educativas en los hogares. Y cuando hay opción es distinta aquella donde aglomeran decenas de niños a cargo de una cuidadora poco calificada que aquella en la que grupos de ocho son atendidos por profesionales.
Luego, cuando llegan al colegio, unos inician clases a las seis de la mañana y si quieren desayuno media hora antes, para terminar su jornada a las once –sin importar si la madre trabaja–, mientras otros de la misma edad asisten a un colegio que inicia a las siete, les ofrece merienda, tienen tiempo para jugar, almuerzan y terminan su jornada hacia las dos o tres con opción de transporte escolar. Los dos grupos están matriculados y contabilizados en la estadística de cobertura, pero es claro que no están recibiendo lo mismo, que sus horarios no tienen las mismas condiciones y que, en resumen, el derecho de unos no es igual al derecho de otros.

Los niños más pobres y de las regiones más alejadas matriculados en la educación pública asisten mucho menos tiempo a la escuela que quienes pueden asistir a la educación privada.

Dicen que el diablo está en los detalles. Y estos son los detalles: en los primeros grados de primaria son frecuentes las dificultades para el aprendizaje de la lectura, la escritura o las matemáticas; aparecen dificultades motrices, limitaciones visuales o auditivas. Y hay niños con problemas de atención, de convivencia o con terribles dramas familiares. Muchas de estas dificultades se pueden superar exitosamente si se identifican a tiempo y se tratan individualmente. Pero un maestro o maestra con 35 chiquitos, preparación insuficiente para semejante responsabilidad y la presión de que todos lean, escriban, cuenten hasta cien y hablen inglés no puede conseguir los resultados que aparecen en colegios con grupos de veinte niños, el apoyo de psicólogos escolares y la facilidad de los padres para acoger recomendaciones de refuerzos y terapias extraescolares.
Como en la educación pública no hay todas estas condiciones, quienes tienen problemas y no aprenden pierden el año o los pasan al siguiente sin haber aprendido. Sumando horas, han asistido menos tiempo a la escuela, pues dos o tres horas diarias durante diez años no son despreciables. Parte del tiempo que han asistido es perdido, porque tienen sueño o porque a tan tempranas horas no han desayunado. Deben añadirse las suspensiones de clases por diversas circunstancias climáticas o sociales.
Mientras no logremos comprender las enormes diferencias que se encierran en esta cotidianidad, no habrá ley, decreto o resolución que ayude a reducir las brechas que diariamente fabricamos, ni los recursos que se sumen al sistema se invertirán en resolver los asuntos prioritarios.
FRANCISCO CAJIAO
fcajiao11@gmail.com
Francisco Cajiao
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO

Más de Redacción