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Adiós a Abel

Fue la prueba de que la paz es posible cuando el bien común está por encima de intereses personales.

Francisco Cajiao
El jueves 20 de agosto, al enterarme de la muerte de Abel Rodríguez vinieron a mi mente las coplas de Jorge Manrique: “Recuerde el alma dormida / avive el seso y despierte / contemplando / cómo se pasa la vida, / como se viene la muerte / tan callando”.
Unos días antes de la cuarentena habíamos almorzado juntos, poniéndonos al día, y una semana después celebramos con un grupo de rectores la designación de una de ellas como directora local. Nos volvimos a encontrar virtualmente dos o tres veces, explorando soluciones para amortiguar los efectos de la pandemia en los estudiantes y familias más pobres, por quienes luchó toda su vida desde muy diversos escenarios. Y de pronto llega la muerte tan callando...
Cuando se va un amigo, las palabras se atascan porque la muerte nos interroga de frente y es el momento del silencio. Conocí a Abel cuando estaba organizando el Congreso Pedagógico de 1987 y yo era rector de la Universidad Pedagógica. Bastó un rato de conversación para experimentar la enorme empatía que era capaz de suscitar en toda la gente que lo conoció. Desde entonces nos cruzamos una y otra vez, descubriendo poco a poco los caminos que habíamos recorrido por senderos muy diferentes, pero con un mismo norte: una educación pública de excelencia. Teníamos la misma edad, nos casamos el mismo año... pequeñas coincidencias que achican la distancia y nos avisan que cualquier día llegará nuestra hora.
Antes que un gran luchador por los derechos de los maestros, que un político o que un excelente administrador, que lo fue en sus cargos públicos, Abel fue un hombre bueno. A diferencia de quienes terminan enamorados del poder y de los atajos que este otorga para incursionar en grandes y rentables negocios, él nunca perdió la brújula: el bienestar de los niños y las niñas, la garantía de oportunidades para ellos, la alimentación, la seguridad, la belleza y el confort de los colegios.
No es raro que quien se enfrentó tanto al establecimiento, lideró grandes movilizaciones sociales y puso barreras para que la gestión pública no fuera tomada por intereses personales y corruptelas hubiera cosechado más de un enemigo. Lo que sí es raro en nuestro medio es que, en vez de acumular odios y resentimientos, terminara compartiendo amablemente y ganando el respeto de muchos de sus contradictores. Su vida fue la mejor prueba de que la paz es posible cuando el bien común se pone por encima de dogmas ideológicos e intereses personales.
Quienes estuvimos cerca de él y tuvimos el privilegio de acompañarlo en sus grandes proyectos fuimos premiados por la vida con el mejor maestro posible. Si bien era un luchador incansable, nunca se instaló en la crítica fácil. Entendía con gran claridad que los cambios importantes se hacían con propuestas audaces y soluciones prácticas, como lo demostró en la Secretaría de Educación. Garantizar el derecho a la educación significaba hacer colegios, gestionar la alimentación, recorrer la ciudad y no echar carreta, como decía con sonrisa socarrona cuando a alguien se le iba la mano en los discursos.
Compartir con Abel las jornadas de trabajo siempre fue grato, porque su autoridad funcionaba sin necesidad de aspavientos. A nadie debía recordarle que era el jefe, porque hizo de la sencillez su mayor lujo. Trabajaba con todos, salía a almorzar donde almorzaban todos, y sus ideas se enunciaban en un lenguaje que entendían niños, familias, maestros y expertos. Sin términos rebuscados, sin anglicismos, sin tecnicismos, sin petulancias. Todo su planteamiento pedagógico hablaba de humanidad.
Hoy quiero despedir con Jorge Manrique al maestro que con su vida dignificó a todos los maestros: “Este mundo es el camino / para el otro que’s morada / sin pesar; / mas vale tener buen tino / para andar esta jornada / sin errar; / partimos cuando nacemos, / andamos mientras vivimos, / y llegamos / al tiempo que fenecemos; / así que cuando morimos / descansamos”.
Francisco Cajiao
fcajiao11@gmail.com
Francisco Cajiao
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