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Un debate sobre la experiencia: de Obama a Duque

Los candidatos deben ser valorados por sus propuestas y su capacidad de encarnarlas.

En los últimos días se ha venido poniendo sobre el tapete la idea que el candidato centrista, Iván Duque, no tiene la suficiente experiencia para ser presidente. Y todo esto a cuenta de su edad mas no de su preparación y trayectoria. Al revisar su historia lo que resaltan son sus méritos, su formación y la claridad para meterse de cabeza en el debate presidencial en Colombia. El país quiere renovación y una persona de 41 años con la formación de Duque lo puede hacer. Pasó con Macron en Francia, con Obama en EE. UU. y con Trudeau en Canadá.
Ahora bien, buscando discusiones sobre la experiencia con jóvenes presidentes me encontré un caso importante para citar. El dos veces presidente de EE. UU., Barack Obama (2009-2017), llegó a la jefatura del Estado con formación de abogado de Columbia University y una maestría de Harvard Law School. Había sido profesor de Derecho Constitucional, director de una revista académica y senador estatal y nacional. Es decir, Obama, antes de asumir la presidencia, no había ejercido cargos directivos en la alta administración pública y tampoco cargos a nivel internacional.
Sin embargo, si la comparación es entre responsabilidades públicas a corta edad, podría decirse que Iván Duque tiene hoy lo que denominan “más experiencia” respecto al momento y edad en que Obama fue elegido presidente de esa nación. En el caso de Duque es abogado de la Universidad Sergio Arboleda en Colombia, tiene dos maestrías en EE. UU.; una en Georgetown y otra en American University, realizó estudios ejecutivos en temas económicos en Harvard. Fue asesor en el Ministerio de Hacienda en Colombia, parte del equipo económico del 2002 al 2010 y ocupó funciones directivas en el BID y Naciones Unidas en EE. UU. Su gestión, a partir del 2014, como senador de la República, se destaca por su disciplina y rigurosidad. Ha sido profesor universitario, columnista y autor de varios libros. Es cierto que frente a otros candidatos presidenciales, Duque es uno de los candidatos más preparados de la actual campaña.
Pero el caso de Duque es interesante no solo por la “experiencia” sino, quizás, por la capacidad, la energía, el conocimiento y la cercanía con el colombiano del común para leer y liderar la agenda que permita a Colombia dejar atrás el siglo XX y entrar de plano en el siglo XXI. A Duque se le escuchan debates y propuestas con visión de vanguardia sobre equidad, emprendimiento -economía naranja, TIC-, inclusión social, respeto de minorías, recuperación del sentido de la legalidad, el funcionamiento de la justicia en el ámbito del proceso de paz; todo esto con una perspectiva que logra sintonizar las necesidades locales, nacionales con el quehacer regional e internacional.
Hace más de 2 años -4 de febrero del 2016- en este diario, en mi columna, señalé: “Lo interesante del caso de Duque es que no solamente es un polemista certero y una persona que piensa problemas de futuro, sino que por otro lado es un político. Y ese es el aspecto más relevante; Colombia necesita nuevos debates para liderar las discusiones públicas. No puede ser que personas que deberían estar retiradas del ámbito público pretendan guiar a los ciudadanos hacia nuevos horizontes. Nuestras sociedades requieren ideas de vanguardia (…).
Nuestro porvenir no puede estar marcado por personas que hayan sido juez y parte de un destino lleno de violencia, problemas y mezquindades. Las nuevas generaciones exigen que la dicotomía paz-guerra se supere y que las instituciones puedan repensarse. Por esa razón, el surgimiento de personajes como Iván Duque debe ser celebrado en el desierto de talentos de la política colombiana”.
La elección de candidatos jóvenes en el ámbito presidencial internacional empieza a ser la regla por razones que van más allá de la euforia momentánea de escogencia de personas de un número menor de edad a lo usual. Se explica por la capacidad fresca, integral, global que tienen estos candidatos para entender las nuevas formas de comportamiento y de demandas de sus ciudadanos, por la naturalidad como dialogan con un electorado cada vez más diverso y globalizado. El crecimiento demográfico, el surgimiento de nuevos temas en la agenda, los cambios tecnológicos, los retos migratorios y la sintonía de las nuevas generaciones con la globalización hacen que existan nuevas tendencias generacionales de elección en el mundo.
Los candidatos deben ser valorados por sus propuestas y su capacidad de comprensión respecto a su electorado. Si vamos a comparar experiencias, hagámoslo por los méritos logrados y la capacidad de entendimiento de la sociedad que van a gobernar y no por la edad de los candidatos. El país tiene hoy la oportunidad de construir una senda de crecimiento incluyente, innovadora, que fortalezca el modelo democrático. El reto es evitar la debacle de la oscura senda del populismo.
FRANCISCO BARBOSA
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