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Felicidad y salud

Felicidad y salud

En el informe que el DNP entregó hace poco al país, los índices de felicidad de los colombianos son sorprendentemente favorables, a tal punto que se prestan para ponerlos en duda.

Sin duda, “felicidad” es un asunto de raigambre subjetiva, imposible de cuantificar técnica o científicamente. El médico y humanista español Pedro Laín Entralgo la definió como “la vivencia de una plena posesión y una plena fruición de todo lo que uno es, puede ser y quiere ser”. Si aceptamos que esta definición es acertada, la felicidad completa no es apenas un “ahora”, el momento presente, sino también un “después”. La verdadera felicidad no es transitoria. Somos felices hoy porque vislumbramos que más adelante también lo seremos, gracias a que todo es propicio para seguirlo siendo.

Es indudable que los bienes materiales y espirituales son los que nos introducen en el mundo de la felicidad, y esos bienes no son los mismos para todos. Por ejemplo, para unos el dinero con todo su potencial es la base de la felicidad; para otros es el amor correspondido, o la realización personal en la actividad profesional. En el informe que el Departamento Nacional de Planeación (DNP) entregó hace poco al país, los índices de felicidad de los colombianos son sorprendentemente favorables, a tal punto que se prestan para ponerlos en duda.

Según ellos, más del 80 por ciento de nuestros compatriotas se declararon felices y satisfechos, advirtiendo que no todos poseían las mismas características socioeconómicas, ni culturales ni de género. Teniendo en cuenta que las variables pueden ser muchas, debe aceptarse que la felicidad depende del criterio subjetivo de cada quien. El que se siente feliz es porque es feliz en virtud de sus propias vivencias.

Un parámetro que no fue tenido en cuenta es el relacionado con el estado de salud de los encuestados. Lástima grande, pues se trata del bien más preciado del ser humano y sin su posesión es casi imposible alcanzar la felicidad, si nos atenemos al criterio expuesto por Laín Entralgo. En el supuesto de que los consultados por el DNP hubieran incluido sus condiciones de salud para declararse felices, habría que aceptar que la inmensa mayoría de los colombianos gozan de cabal salud, entendiendo como tal “el estado de completo bienestar físico, mental y social”, al decir de la Organización Mundial de la Salud.

Si se está de acuerdo con que la felicidad es algo subjetivo, también debería aceptarse que la salud lo es y, por lo tanto, su análisis lógico debería hacerse en el ámbito de la primera persona, dándole así razón al médico colombocanadiense Alejandro Jadad Bechara, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Toronto, quien ha venido vendiendo la idea de que la salud es un asunto subjetivo: que se sienta sano es porque está sano, parámetro altamente peligroso para medir el estado sanitario de un país.

Un individuo que vive en un medio insalubre, carente de servicios sanitarios básicos, que se halla desnutrido por falta de alimentación adecuada, puede declarar que se siente bien. ¿Deben las autoridades sanitarias quedar tranquilas y excluirlo de la población enferma? Yo puedo tener un cáncer asintomático y, por lo mismo, manifestar que me encuentro bien. ¿Estará de acuerdo el oncólogo que me trata y debe incluirme en el grupo de la población sana?
Me he propuesto hacer la reflexión anterior para poner de presente que no siempre la percepción subjetiva es válida para juzgar situaciones que tienen implicaciones de carácter general. En el caso de la felicidad, los datos proporcionados por el DNP son aparentemente optimistas, tranquilizantes. Sin embargo, no deben aceptarse a priori como indicadores válidos para creer que los colombianos vivimos en una Arcadia, donde la dicha es el común denominador. Hay que ser realistas y entender que el conformismo se presta para interpretaciones equivocadas.


Fernando Sánchez Torres

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