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Un reto para el fin de año

Un reto para el fin de año

Es casi seguro que, después de probar la lectura, no le darán la espalda a esa oportunidad de ir a tantos mundos sin moverse de la silla.

En la última fila de un salón de clases, vecinos de pupitre, le dice Mafalda a Felipito, que la mira aterrado y con ojos enormes: “Vivir sin leer es peligroso, te obliga a creer en lo que te digan”.

Con sus aforismos –porque eso son sus dardos, sus frases contundentes, sus geniales ocurrencias, sus críticas mordaces–, Mafalda logró convertirse en una de las grandes filósofas de los últimos tiempos. No hay duda. Con la ventaja sobre casi todos los demás filósofos de hablar en términos entendibles y graciosos: es decir, de saber llegarle a la gente.

Pero no es de Mafalda de quien quiero hablar, sino de eso que le dice a su amigo Felipe. De la utilidad de la lectura: algo sobre lo cual, a pesar de lo poco que se promueve, parece haber consenso. Porque lo preguntan con frecuencia los padres de tantos niños que viven pegados a las tabletas y a los teléfonos, concentrados en juegos electrónicos cada vez más complejos: ¿cómo hago para que mi hijo se aficione a la lectura? Lo preguntan en una pausa que les ofrecen sus propios teléfonos y sus propias tabletas: aquellas con las que han dado el ejemplo que ahora siguen sus hijos.

Porque al niño le cala más ver que sus padres le dedican unos minutos de cada día a la lectura que oír consejos de quienes no practican lo que proponen. Que no han aplicado en sus vidas aquello que señalan como importante.
Quizás habría que decirles a padres e hijos algo similar a lo que a veces se le dice a un niño cuando uno quiere que amplíe sus gustos a la hora de comer y pruebe algún ingrediente o algún plato al que no se ha enfrentado nunca: pruébalo y si no te gusta, no te lo tienes que comer.

Podría ser un buen reto para este fin de año que se acerca, que ya se está instalando: que comprueben lo divertida que es la lectura –ni siquiera les diremos, inicialmente, lo valioso y lo imprescindible que resulta para navegar por este mundo sin que todo nos llegue de oídas–, y si al final resulta que no les gustó, pues que la dejen servida en el plato.

Pero es casi seguro que, después de probarla, no le darán la espalda a esa oportunidad de ir a tantos mundos sin moverse de la silla; de viajar en el tiempo, de meterse por un rato en la piel de personajes fascinantes, de entender por fin de que está hecho este mundo, sin estar obligados a creer en lo que nos digan.Fernando Quiroz@quirozfquiroz

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