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La religión argentina

Allí se rinde culto al fútbol, que es casi tanto como decir que se rinde culto a la argentinidad.

Fernando quiroz
No era en Catar en donde habría querido estar el domingo pasado, sino en esa pizzería mítica de la calle Talcahuano, en Buenos Aires, decorada con decenas –tal vez centenares– de carteles y fotografías y banderines de fútbol sobre las paredes del mismo tono celeste de la bandera argentina y de la camiseta de la selección.
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Se llama El Cuartito y está allí desde 1934. Dicen que nació en el rincón de un mercado de alimentos, y las pizzas que salían de su horno empezaron a hacerse famosas. Tanto que el mercado dejó de existir hace rato, y El Cuartito, en cambio, se convirtió en lugar de culto.
Una camiseta que fue del Cholo Simeone ocupa un lugar privilegiado en la pared del fondo, a la vista de todos, como el símbolo de un templo en el que se rinde culto al fútbol, que es casi tanto como decir que se rinde culto a la argentinidad. En una de las paredes laterales, un póster que ha resistido el paso del tiempo exhibe aquella selección de Kempes, Tarantini y Passarella que ganó el Mundial del 78 y distrajo por un momento los horrores de la dictadura militar.
Me gusta El Cuartito porque allí fui testigo muchas veces de esa pasión que sienten los argentinos por un deporte que, en realidad, es su religión. Y como esta pizzería nonagenaria hay miles de bares y de rincones en todos los barrios y en todos los pueblos de la Argentina, en donde se reúnen los hinchas para completar el ritual maravilloso que se celebra en torno al fútbol.
Completar, sí, porque no basta con la genialidad de Messi, la energía de Álvarez y la precisión de Di María; para darle el carácter religioso hace falta que en las graderías y en los cafés y del otro lado del televisor los feligreses rueguen, sufran, se ilusionen, lloren, celebren…
Sí, habría querido estar en uno de estos cafés porteños en donde se reúne gente de todas las edades para enviarle la mejor energía a su equipo, sin importar si está al otro lado del mundo. Uno de estos cafés en donde cada quien tiene un protocolo, un agüero, una manera de vivir el minuto a minuto de un encuentro que los puede llevar al cielo. Que les puede aliviar por unos cuantos días las angustias, la estrechez, los enojos. Y les puede dejar momentos imborrables, que décadas después les estarán narrando a sus nietos con envidiable entusiasmo.
Celebro, por Messi y por el pueblo argentino, su tercera estrella.
FERNANDO QUIROZ
Fernando quiroz
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