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Capaces de soñar

Cuesta trabajo imaginar a Colombia en paz, aunque debemos reconocer -y así lo demuestran las estadísticas- que en el último año el ruido de las balas y el eco de las amenazas se han silenciado en un porcentaje alentador.

Fernando Quiroz
Un país en paz: cuesta trabajo imaginarlo. La inmensa mayoría ha vivido en una Colombia en guerra incesante desde antes de alcanzar el uso de razón.
La paz, según el estado de ánimo y las noticias de la víspera, había sido un imposible o una lejanísima esperanza. Una ilusión sin mayor asidero: el sueño de que ojalá, algún día, aunque fuera lejano, este país pudiera vivir en paz. El anhelo de que los hijos pudieran crecer ajenos a las explosiones de los carros bomba: esas que tantas veces cobraron la vida de familiares o amigos, esas que hicieron retumbar nuestras casas, que nos aturdieron, que nos llenaron de pánico. El sueño de que pudieran andar su país, palpar esa belleza que sorprende en cada curva del camino, sin el temor a ser secuestrados. El deseo de que quisieran quedarse en su tierra, convencidos de que algún día este sería un país golpeado pero en paz, dispuesto a levantarse, con la certeza de que las cosas iban a estar mejor: y todos íbamos a ayudar a que así fuera, unidos por una causa única, como cuando nos arropa el uniforme de la selección de fútbol o la camiseta de líder de Nairo Quintana.
Cuesta trabajo imaginar a Colombia en paz, aunque debemos reconocer –y así lo demuestran las estadísticas– que en el último año, desde cuando los diálogos de La Habana empezaron a dar sus frutos, el ruido de las balas y el eco de las amenazas se han silenciado en un porcentaje alentador.
Estamos a poco menos de dos semanas de participar en las elecciones más trascendentales de nuestras vidas: aquellas en las cuales le podemos abrir definitiva y claramente las puertas a la paz, después de haberles dicho a los enemigos de las Farc que no toleraremos un minuto más su comportamiento criminal, que les exigimos que dejen las armas y se alejen definitivamente del crimen, que censuramos la manera como han ejercido su oposición.
Estoy convencido de que el Sí ganará de manera contundente, porque confío en que constituyen una clara mayoría los colombianos que son capaces de soñar con un país para sus hijos y sus nietos sin las angustias, los dolores, los temores y los duelos que nos ha tocado vivir por causa de una guerra que está a punto de llegar a su fin.
La paz –esa palabra que ha sido maltratada durante tantas décadas– ya no es una ilusión inalcanzable, sino una realidad a la vuelta de las urnas.
Fernando Quiroz
Fernando Quiroz
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