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Risas prohibidas

Es una señal de alerta que algunos crean que un líder político no puede ser objeto de risas.

Fernando Posada
Pocas facultades humanas son tan universales y atemporales como la risa y el humor, siendo este último, además, un referente de la inteligencia y la astucia de sus poseedores. Ha sido en el bálsamo democrático de las carcajadas donde la humanidad ha encontrado un refugio frente a sus propias tragedias y desastres, haciendo más llevaderas y menos dolorosas sus desgracias.
Pero también una conveniente propiedad de la risa es su capacidad de desenmascarar los rasgos más autoritarios de tantas personas que insisten en tomarse el humor como un ataque personal.
Gracias a esa cualidad, es fácil darse cuenta cuando el fanatismo hacia un líder político empieza a tomar formas alarmantes. Uno de los principales síntomas de aquel endiosamiento irracional hacia un caudillo es el odio inmediato hacia todo el que se atreva a reírse de él –por no mencionar cualquier forma de cuestionamiento–, entendiéndolo como un enemigo de su causa.
Y es una señal de alerta que en un mundo en el que las carcajadas alivian y placen, algunos crean que un líder político no puede ser objeto de risas, y que quien insista en hacerlo merece ser condenado a la ignominia. Es ahí cuando resulta inevitable recordar algunos de los episodios más oscuros de la historia, de inquisiciones y dictaduras, cuando el humor y la risa han sido motivos de castigo, en medio de un miedo permanente que ha convertido a los poderosos en figuras cada vez más intocables.
Esta semana, la candidata a la alcaldía de Bogotá por el partido Centro Democrático, Ángela Garzón, participó en uno de los videos del periodista Daniel Samper Ospina, quien la retó a imitar al expresidente Uribe, el jefe único del partido al cual ella pertenece. Garzón, con un sombrero aguadeño y una taza de café, montada en la espalda de Samper como si se tratara de uno de los caballos del exmandatario, jamás imaginó la molestia inmensa que aquel video inofensivo causaría entre las barras bravas de su partido. Y es entendible la sorpresa que debió haberle generado a la candidata Garzón que debido a ese video, varios pesos pesados de su partido pidieran –sin demasiado éxito– que su aval fuera revocado. Pocas cosas son tan fáciles como disgustar a un radical, aun si no existe la intención de hacerlo.
Desde estas páginas y a través de muchos otros medios de comunicación hemos leído a columnistas y caricaturistas como Matador, Daniel Samper y Vladdo enfrentar desde el humor las polémicas cotidianas y los excesos megalómanos de líderes políticos de todos los sectores y colores por igual. Lo preocupante es que sea siempre el mismo sector el que recibe el humor y la crítica como un ataque personal contra su líder máximo. Pero no pueden olvidar que la risa es un derecho democrático y un instinto tan antiguo como la humanidad que nadie debería censurar.
Ya hemos conocido el resultado de esos odios irracionales de parte de algunos radicales y fanáticos contra quienes se atreven a buscar en la risa un alivio a la agitada cotidianidad. Los ataques, amenazas y discursos de desprestigio, muchas veces incitados por los propios jefes políticos, son algunas consecuencias de esa mezcla peligrosa de intolerancia y odio.
Irónicamente, esta misma semana, un congresista del mismo partido usó un argumento insólito en defensa del condenado exministro Andrés Felipe Arias: que su coeficiente intelectual es altísimo, tan alto que bien podría acercarse al de Einstein. Un buen primer paso, en el nombre de esa inteligencia de la que se ufanan, sería abandonar esa idea autoritaria y antidemocrática de que quien se ríe es un enemigo.
FERNANDO POSADA
En Twitter: @fernandoposada_
Fernando Posada
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