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Una revolución entre el fuego

Votarán en medio de fuego cruzado. Esto explica por qué los mexicanos se inclinarán por renovación. 

México y Colombia parecen transitar destinos paralelos. Durante estos últimos meses, los dos países vivieron campañas intensas que dejaron en evidencia muchos de los cruces entre sus culturas políticas. Sin embargo, no obstante estas similitudes aparentes, es muy posible que los resultados de las elecciones mexicanas de este domingo tengan un desenlace radicalmente opuesto.
La votación –que incluye presidenciales, gobiernos locales y legislativas– ocurrirá en medio de las llamas. El país se hunde en una situación de seguridad angustiante: en 2017 hubo 25.339 homicidios –un promedio de 70 por día–, y fue el año más violento en la historia reciente de México. En lo que va de 2018, el número de asesinatos ha aumentado en 26 de los 32 estados del país. El sexenio de Enrique Peña Nieto es el más violento sobre el que hay recuento estadístico: su gobierno culminará con un poco más de 122.000 muertos (según cifras oficiales: pero podrían ser muchos más). Además, durante la campaña fueron asesinados 129 funcionarios públicos, entre ellos muchos candidatos.
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos recibió 10.000 denuncias por abusos cometidos por miembros del ejército en la última década. A pesar de los indicadores, el Congreso mexicano aprobó a finales de 2017 la Ley de Seguridad Interior, que, entre otras cosas, les da un respaldo legal a las Fuerzas Armadas para seguir en la misma línea. La gente votará en medio del fuego cruzado y en un territorio militarizado.
Esto explica por qué los mexicanos se inclinarán por una renovación. Y el candidato que mejor ha representado este papel es, curiosamente, un veterano de la política nacional: Andrés Manuel López Obrador. Según todas las encuestas, será elegido por un margen muy amplio. Al igual que Gustavo Petro en Colombia, López Obrador viene de la izquierda: es un disidente del PRD –muy similar al Polo Democrático– y fundó su propio partido, Morena. López Obrador fue alcalde de Ciudad de México y, como Petro, impulsó varios programas sociales que le dieron una fuerte base popular.
A lo largo de la campaña, López Obrador repitió que su llegada al poder sería una revolución. Prometió cambiar el establecimiento y acabar, de una vez por todas, con la corrupción rampante. También aseguró que su gobierno será austero y el presupuesto se invertirá en educación. El miércoles, durante el cierre de campaña en el monumental estadio Azteca, levantó los brazos frente a la multitud y aulló: “La honestidad como forma de vida y forma de gobierno”.
Su principal contendor, Ricardo Anaya, también quiso quedarse con las banderas del cambio. A sus 39 años, Anaya se presentó como un joven maravilla. Pero, en su caso –al igual que Iván Duque–, la corta edad no tiene nada que ver con las ideas jóvenes. Se alió con algunos de los representantes más rancios de la derecha mexicana, como Diego Fernández de Cevallos. Anaya –del partido Frente– atacó durante toda la campaña a López Obrador y a Peña Nieto e, incluso, amenazó con llevarlos ante la justicia en caso de ser elegido. Pero su pasado oscuro lo traicionó, y pasó gran parte de la campaña respondiendo por acusaciones de corrupción en su contra.
En su afán por ganar, Anaya promovió la idea de que López Obrador convertiría a México en una nueva Venezuela “castrochavista”. Esta acusación sin fundamentos –que Álvaro Uribe y Duque usaron hasta el cansancio– no parece haber afectado las posibilidades de AMLO. De hecho, respondió que la suya será, mejor, una “república del amor”.
Otro de los grandes castigados en esta elección será el oficialismo. El candidato del PRI, José Antonio Meade, quedará en un lánguido tercer lugar, algo impensable hace unas décadas. Al igual que el Partido Liberal en Colombia, el PRI quedará en ruinas.
Pero la gran pregunta es qué tipo de gobernante será López Obrador. Los mexicanos elegirán su proyecto incluyente y reformador sin tener claro, exactamente, cómo cambiará a un país tan complejo. Su discurso es ambiguo y se presta a todo tipo de interpretaciones. Pero, a diferencia de Colombia, México parece dispuesto a avanzar por un camino inexplorado. Veremos, en los próximos años, cuál fue la apuesta correcta.
FELIPE RESTREPO POMBO
Escritor y periodista
Autor de la novela ‘Formas de evasión’ y director de la revista ‘Gatopardo’
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