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Universidad pública y región

Universidad pública y región

Los liberales del país (si es que aún quedan) deberían emprender una cruzada en defensa de la universidad pública, que son nuestro patrimonio educativo.

En una reciente entrevista que concedió a la revista ‘Semana’, el historiador y exrector de la Universidad Nacional Marco Palacios afirmó que el Estado colombiano lleva muchos años desatendiendo a las universidades públicas.

Esta verdad de Perogrullo es palpable cuando uno ve como los edificios que hacen parte del campus del primer centro universitario del país se están cayendo a pedazos, y las 32 universidades públicas sobreviven con un presupuesto que a duras penas alcanza para pagar la nómina y sufragar sus gastos básicos.

Esta cruda realidad está poniendo en la picota a la universidad pública que nació históricamente cuando el derecho a la educación hacía parte del proyecto de construcción de nación. Hoy parece que a nadie le interesa luchar por el derecho a la educación ni el fortalecimiento de lo público.

Por el contrario, todo el mundo aprueba en silencio aquella fórmula maquiavélica que los diferentes gobiernos vienen implementando para asfixiar a la universidad, y que se resume en el congelamiento del presupuesto y, al mismo tiempo, la exigencia de ampliar la cobertura.

Pese a estas afugias financieras, las universidades públicas han venido ampliando su cobertura, generando, a través de su descentralización, un impacto social y cultural en las regiones y subregiones del país.

El sistema de regionalización de las universidades Nacional, de Antioquia y del Valle es hoy un ejemplo de descentralización de la educación, que ha contribuido al mejoramiento de la administración pública a través de la formación de sus funcionarios y de los estudios de las problemáticas regionales.

El de la Universidad Nacional, que es el más antiguo del país (1936), ha llegado a ciudades como Medellín, Manizales y Palmira, y a subregiones como Amazonia, Caribe y Orinoquia.

El de la Universidad de Antioquia, consolidado en 1995, abarca 17 sedes repartidas en las subregiones de Urabá, Bajo Cauca, Magdalena Medio, Norte, Oriente y Suroeste.

El de la Universidad del Valle, que en octubre pasado cumplió treinta años de existencia (1986), cuenta con nueve sedes distribuidas en: Buenaventura, Santander de Quilichao, Yumbo, Palmira, Buga, Tuluá, Zarzal, Cartago y Caicedonia.

Soy consciente de que los vientos de globalización y economía neoliberal que hoy soplan en el mundo no son favorables para un proyecto académico que, en su momento, formó a millones de colombianos y contribuyó a la construcción de la nación.

Los liberales del país (si es que aún quedan) deberían emprender una cruzada en defensa de la universidad pública, que es nuestro patrimonio educativo, y sacarla de las garras de los proyectos neoliberales. Entre otras cosas, porque la educación no es una mercancía, sino un derecho de los ciudadanos.

Fabio Martínezwww.fabiomartinezescritor.com

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