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Dolor

El llanto de ese niño será una imagen que nos atormentará hasta que levantemos la bandera de la paz.

Fabio Martínez
La muerte de la líder social María del Pilar Hurtado frente a su hijo de 9 años es el pico más alto que muestra hasta dónde ha llegado la violencia en Colombia. Después de este crimen, ¿qué se puede esperar del país? ¿Qué les depara a los niños que desde temprana edad ven los ojos de la muerte encarnados en el rostro de su madre?
María del Pilar Hurtado era una mujer humilde del norte del Cauca, madre de cuatro niños, que en su Puerto Tejada natal ya había sido amenazada por denunciar los atropellos de los narcotraficantes de la zona. Luego de esto había viajado a Tierralta, en Córdoba, para hacerse con un lote y poder tener una casa donde vivir.
Antes del asesinato de la líder social, en el Cauca habían atentado contra la dirigente Francia Márquez; y antes de Francia, la víctima fue Ceferino Sánchez, y un poco antes, Álvaro Guevara.
Los departamentos más afectados por estas muertes sistemáticas son el Cauca, Antioquia y Nariño. Según la Defensoría del Pueblo, en tres meses han asesinado en el país a ciento veinte líderes sociales. De 2016 a 2019 van 479 líderes sociales abatidos por los paramilitares y las organizaciones criminales.

Si cada colombiano se levantara con el mismo furor con que se festejan nuestros triunfos deportivos y se pusiera la camiseta de la paz, saldríamos de esta Edad Media sangrienta

Las razones de estas muertes sistemáticas son varias. Se quiere eliminar a las víctimas de la guerra que regresan a sus pueblos de origen en busca de sus tierras confiscadas, se pretende acallar a los líderes comunales que denuncian los atropellos que cometen las bandas del narcotráfico y la minería ilegal contra el medioambiente.
Indignación y dolor es lo que causa esta escena dantesca en la que una mujer de origen afro es abatida por las balas de un sicario mientras su hijo, impotente, llora y da patadas contra un rancho de latones viejos.
Hoy, la sociedad colombiana está cuestionada por su escasa intervención en relación con el derecho a la vida y la protección de esta. El país ha sido incapaz de detener la confrontación violenta. Como un enfermo terminal, cada guerra que tenemos produce una metástasis mucho más aguda y profunda que la anterior.
El responsable es el Estado, que hasta la fecha ha sido incapaz de diseñar un plan estratégico e integral que garantice la vida de los líderes sociales. La responsabilidad recae en la justicia, que es ineficiente a la hora de perseguir y judicializar el crimen organizado y defender la vida de los más vulnerables. Es, así mismo, responsabilidad nuestra, pues frente a estos hechos flagrantes guardamos silencio.
Al día siguiente del asesinato de María del Pilar Hurtado, la Selección Colombia jugaba un partido de fútbol por la Copa América. Esto demuestra unidad e identidad de país. Pero ¿por qué los colombianos tenemos tanta dificultad para ponernos la camiseta de la paz?
Si cada colombiano se levantara con el mismo furor con que se festejan nuestros triunfos deportivos y se pusiera la camiseta de la paz, saldríamos de esta Edad Media sangrienta.
La modernidad no solo está representada en artefactos cibernéticos, carreteras de cuarta generación o robots inteligentes. La modernidad de un país está simbolizada por la capacidad que tienen el Estado y sus dirigentes de garantizar el derecho a la vida y a vivir en paz.
El llanto del niño frente al cuerpo sin vida de su madre será una imagen dolorosa que nos atormentará hasta que los colombianos digamos ¡basta! y levantemos unidos la bandera de la paz.
www.fabiomartinezescritor.com
Fabio Martínez
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