La muerte del líder máximo de la revolución cubana no ha pasado inadvertida en el mundo. Mientras en Miami los exiliados celebraban su destino final, en la isla el pueblo cubano hacía largas filas en la plaza de la Revolución para despedir a su jefe máximo.
Independientemente de las afinidades o diferencias que se tengan con ‘el Comandante’, este se convirtió ante el mundo en un personaje carismático que derrotó a una dictadura corrupta y fue el primero en oponerse al imperio estadounidense.
En los años 60, Fidel no era comunista, como afirman sus detractores de derecha. Era un humanista que se oponía a ese ‘gran burdel de los gringos’ en que se había convertido Cuba, y luchaba contra la opresión de su pueblo. Fue dos años más tarde cuando, ante la amenaza de una invasión militar de EE. UU., Castro se alineó con los soviéticos.
Esta alianza con los comunistas dio por terminada las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, con sus previsibles consecuencias: en la isla comenzaron las nacionalizaciones de las compañías del país norteamericano. En respuesta a esto, Estados Unidos declaró el embargo económico a la isla. Y es a partir de este bloqueo impuesto por la primera potencia del mundo como podemos reconstruir la historia de Cuba. Una historia llena de dignidad y coraje, que ningún pueblo del mundo ha soportado con tanto estoicismo.
Fidel fue el primero en América en construir un modelo socialista (“el comunismo con pachanga” del que hablara el ‘Che’ Guevara), y fracasó. Pero su fracaso se debe a múltiples circunstancias históricas, que no se pueden despachar con la histeria que hoy estilan sus detractores.
El comunismo fracasó, pero acaso ¿el neoliberalismo global es la panacea de los millones de pobres que el capitalismo va dejando a su paso? ¿El modelo educativo privatizador de países como Estados Unidos o Colombia es mejor que el modelo que dejó la revolución cubana? ¿El sistema de salud de nuestros países es superior al modelo que hoy tienen los cubanos?
Después de la muerte de Fidel hay que tomar lo mejor de Cuba y redireccionarlo, para encontrar así las mejores salidas. El primer gran escollo que tiene la economía para salir adelante es el embargo impuesto por Estados Unidos.
El presidente Obama, que pasará a la historia por defender los derechos civiles, dio pasos importantes al restablecer las relaciones con el Gobierno cubano. Se esperaba que el Congreso de Estados Unidos levantara el odioso bloqueo, que, en un mundo globalizado y de libertad de mercancías como el que vivimos, hoy es anacrónico y no le sirve a ninguna de las partes.
Pero como la historia se repite en forma de farsa, la política internacional de Obama terminará el próximo 19 de enero. Donald Trump, el presidente electo por los estadounidenses, tiene la palabra. Y por supuesto la OEA, donde se encuentran los países hermanos latinoamericanos.
Fabio Martínezwww.fabiomartinezescritor.com
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